miércoles, 9 de diciembre de 2009

MIEDO

Últimamente parece que el viento sopla con más fuerza que nunca. O así lo siente ella cuando camina por la calle con la bufanda subida hasta los ojos y la cabeza encogida, como si quisiera fusionarse con el resto de su cuerpo.
Las manos en los bolsillos y los puños apretados de manera inconsciente, así parece que el calor se retiene durante más tiempo. Los cascos en las orejas bien colocados, para no oír ningún sonido del exterior. Y camina, camina,camina.
Es casi de noche, aunque apenas son las 5 de la tarde. El invierno se ha hecho fuerte rápido, y de la noche a la mañana se han cambiado las camisetas de tirantes y las sandalias por los abrigos y las botas. Parece que el frío ha llegado definitivamente para quedarse del todo. La canción que suena le gusta, así que sin darse cuenta, acelera el paso y empieza a mirar a su alrededor, las hojas de colores ocres que se diseminan por aquí y por allá bailan un caprichoso y apasionado vals con el viento. Se levantan en espiral para después caer; y vuelta a empezar.
Se enciende un cigarro y sigue caminando, esta vez con la bufanda bajada para poder inhalar el humo del pitillo. Se da cuenta entonces del vaho que sale de su boca, de lo frío que está el ambiente. El tabaco siempre le ha dado una falsa sensación de calor cuando fuma en invierno. Inhala profundamente el humo, sabe que este vicio le matará algún día, pero no es capaz de dejarlo.
Sigue caminando atravesando la ciudad, sin fijarse demasiado en nada ni nadie, absorta en sus pensamientos. Pero hay algo que la saca de sus divagaciones. A lo lejos, cerca del mercado de la ciudad, ve una sombra que se difumina en la negra noche. Hasta aquí todo parece normal, pero lo que le llama la atención es darse cuenta de que, al contrario que ella, este personaje no emite vaho al respirar. Qué siniestro.
Decide aminorar el paso y acercarse. No sabe por qué pero su corazón le late muy fuertemente, está emocionada, excitada. Quizá es lo que necesite ahora mismo, un poco de caña. Sigue caminando hacia la extraña sombra, que resta inmóvil a las grandes puertas del mercado. Al irse acercando, empieza a sentir un fuerte olor a azufre, intenso y molesto, que se introduce y se clava en su pituitaria. Recuerda que su abuela cuando era niña le explicó leyendas y cuentos de espíritus demoníacos; cuando alguno de estos entes se manifestaba, lo podías saber gracias al olor a azufre. O a huevos podridos,como le decía la yaya.

Este olor le hace recordar historias de terror que, leyendas o no, le hacen revivir aún con pánico aquéllos cuentos que la abuela le contaba cuando era sólo una niña. Para la abuela no eran cuentos chinos precisamente.
Se decía en la familia que su abuela y bisabuela habían tenido poderes. Que eran capaces de ver más allá que el resto, de entender más que nosotros. Decían también que era hereditario y genético en las mujeres de la familia, como una especie de don de la naturaleza que sólo las féminas de su estirpe tenían la suerte de poseer. Aunque esta creencia dejó de serlo cuando su madre, una mujer racional y entregada a la ciencia, manifestó que todo eso eran tonterías y habladurías de vieja. Que ella no veía ni oía nada que no viesen y oyesen todos. Así que, desde entonces, el don de las mujeres de la familia pasó a ser un cuento de verdad. Y así lo había interpretado ella siempre.

Con estos pensamientos está cuando se cruza con el extraño personaje. Éste la mira de arriba abajo, y ella puede sentir ese olor más fuerte, puede oír su respiración ronca y susurrante escapar entre los dientes, puede ver su cara abrupta y malformada gracias a la tenue luz que la luna brinda. Pero no puede ver el vaho, ni sentir su aliento. Parece que ese ser está muerto. O al menos, parece que no es un humano.
Al cruzarse con él, acelera el paso sin saber por qué, de nuevo el corazón trota en su pecho y la hace sentir viva. Aunque recuerda esa sensación: es el miedo, miedo que no había sentido desde las historias y leyendas de la familia. Miedo irracional pero patente. Miedo que se le hace difícil de controlar. Se le hace difícil no echar a correr como alma que lleva el diablo. Como un niño que huye del hombre del saco. Pero es una adulta, y no puede dejarse sobrepasar por eso. Es sólo eso, química. Todo lo que siente en su interior son reacciones químicas, se repite continuamente.



Ahora no le molestan ni el viento ni el frío, ni siquiera les presta atención. Sólo piensa en huir, huir de esa terrible imagen que ha visto. Huir lejos y olvidarla, o enterrarla en lo más profundo de su psique. Se gira para comprobar que todo sigue bien, pero allí está, igual, con la misma pose estática, pero ahora ya no en las puertas del mercado, sino cerca del puerto, a tan sólo 10 metros de ella. Se ha acercado. Y ella vuelve a mirar al frente y sigue acelerando el paso, deseando que todo sea un sueño o una alucinación. Ahora casi está corriendo. El olor a azufre sigue siendo penetrante, parece como si la persiguiese. Para sus adentros reza las pocas oraciones que sabe (educada bajo una doctrina totalmente laica, sus padres nunca le inculcaron fe; solamente una: creer en lo que se puede demostrar, lo demás, no existe.) Sigue huyendo mientras todos estos pensamientos la acechan, hacen que esa sensación infantil de miedo visceral se agrande y la invada por completo. Está totalmente aterrada. Se vuelve a girar: su perseguidor (ya está segura de que lo es) se encuentra ahora a tan sólo unos pasos de ella, si saltase, la alcanzaría sin problemas. Ahora puede fijarse en sus ojos: son totalmente blancos, como si no tuviesen retinas. Aunque parecen unos ojos secos y sin capacidad para transmitir información visual al cerebro, se da cuenta de que ven y miran. Se da cuenta de que la buscan. Todo transcurre en un segundo, el extraño personaje está demasiado cerca, la está oliendo, busca su aroma. La busca a ella. De repente, él la mira fijamente con esa mirada vacía y siniestra, unos ojos que le hace sentir frío desde dentro hacia afuera. Se estremece con esa sensación. Él le sonríe y le deja ver una dentadura marrón y con pocos dientes. Esa sonrisa es lo último que necesita para salir, ahora sí, huyendo pies para que os quiero. (Como el niño que huye del hombre del saco, ya no importa decir que ese miedo es quien está controlando ahora sus actos).

Sigue corriendo y corriendo, sin mirar atrás y sin dejar de sentir ese olor a azufre. Está atemorizada. Está segura de que lo tiene detrás de ella, caminando pero yendo demasiado rápido para un ser humano, persiguiéndola. Corre tanto que pierde uno de sus zapatos, pierde el mp4 y hasta el bolso. No le importa, sólo piensa en no perder la vida. A lo lejos, ve el bloque de apartamentos en el que vive, y una ligera sensación de alivio y protección quiere aflorar, pero el propio miedo visceral no le deja. Sigue corriendo. Todo lo rápido que dan sus piernas, sin pensar en que va medio descalza y llorando, sólo piensa en llegar. Llegar a casa y cerrar la puerta tras de sí.
Por fin entra en el portal. Decide subir por las escaleras, estar en un espacio tan cerrado y pequeño como el ascensor cuando “algo” como eso te persigue no parece muy buena idea. Sube los 4 pisos hasta su apartamento en menos de un minuto, por fin, llega a casa y cierra la puerta.
Su respiración está totalmente agitada, le duele la garganta y el pie que ha perdido el zapato está ensangrentado y herido. No sabe cuándo perdió el zapato, no sabe cuántos metros habrá corrido sin él. Se apoya en la puerta, se deja caer abatida y no puede evitar echarse a llorar como una niña.

De pronto empieza a oír algo, una especie de ronroneo, un sonido... como de arañazos. Alguien está arañando la puerta de su apartamento. Y ella está allí, encerrada. Empieza a pensar que quizá no ha sido tan buena idea ir a casa.

Ahora los arañazos son más fuertes, más continuados y más insitentes. Escucha una risa gutural al otro lado. Está segura, es él.

Quizá su abuela no estuviese tan equivocada como decía su madre. Quizá, sólo quizá, “eso” de detrás de la puerta sólo es capaz de verlo ella. A partir de hoy, si sale de ésta, aprenderá a creer un poco más en cuentos de viejas.

jueves, 15 de octubre de 2009

¿Y MIS MUSAS?


Que alguien me explique, si es que alguien lo sabe, dónde andan las musas metidas... ¿estarán de vacaciones como dice Serrat? ¿o quizá es que simplemente me han abandonado? ¿A ustedes también les pasa, o es que es algo personal entre ellas y yo? Ando desconcertada y perdida en este aspecto, la verdad. Y lo peor es que nadie me sabe ayudar.
Pensando, he recordado que al iluminado contestatario antisocial que es el Sr. Risto Mejide lo han nominado al Premio Planeta, por su "Pensamiento Negativo"; pues quizá será eso, que las Musas están con él, para decirle a quién ha de criticar y cómo en su libro y en su programa (por descontado rebelde, antisocial y afilado cual filo de navaja). Y así vamos, ¿las Musas se han vuelto igual de hipócritas que el Mundo o qué pasa? que alguien me lo explique, porque yo de verdad que no lo entiendo.

Pues eso, y le sigo dando vueltas al tema... ¿dónde estarán mis musas? Estarán, me digo, con el Sr. Presidente de la Generalitat de Valencia, el Sr. Camps, inspirándole para escurrir aún más el bulto, a ver si cuela y podemos quedarnos donde estamos, en el cotarro. Buscamos un cabeza de turco y .. voilà! aquí no ha pasado nada, todo es claro y transparente. Tan transparente como un montón de estiércol, disculpen la imagen que se habrá dibujado en sus mentes pero es que, de verdad, no se me ocurre nada más ilustrativo que un montón de mierda para que nos hagamos una idea todos de la turviez de todo este asunto. Pero no sé, ¿será eso? ¿estarán las musas tan corrompidas?.

Y más vueltas le doy. Y ahora recuerdo más cosas; como por ejemplo la cantidad de paro que sube y sube y sube... y, claro, me doy cuenta de que las Musas también tendrán que estar ahí, inspirando al Sr. Presidente del Gobierno, Zapatitos Bambi, a salir de este embrollo con la cabeza alta. Pero es que me parece que ni con todas las musas del universo va a ser posible, señor Presidente. Porque esto no lo aregla ni Dios, así que menos las Musas.

Así a bote pronto, me salen más necesitados de Musas que Musas hay en el Mundo. Y claro, ya empiezo a comprender el por qué a mí ni me miran a la cara. Demasiado trabajo, mejor dicho, demasiada basura que limpiar para sólo un puñado de almas de buena intención como son ellas. Pues normal que haga tanto tiempo que yo no sé de ellas. Ahora lo entiendo...

En resumen, que nada podemos hacer para que las Musas regresen a darnos su inspiración mientras nuestros pobres políticos, personajes televisivos y showmans estén tan necesitados. ¿No nos da penita? Como siempre ha sido, en este país hay estratos, ¿no los notan?

viernes, 11 de septiembre de 2009

ADIÓS

"Este Adiós, no maquilla un hasta luego,
este nunca no esconde un ojalá,
estas cenizas, no juegan con fuego,
este ciego, no mira para atrás;
este notario, firma lo que escribo,
esta letra, no la protestaré.
Ahórrate el acuse de recibo,
estas vísperas, son las de después.
A este ruido,
tan huérfano de padre no voy a permitirle que taladre un corazón podrido de latir.
Este pez, ya no muere por tu boca,
este loco, se va con otra loca,
estos ojos, no lloran más por tí".

miércoles, 5 de agosto de 2009

El Gatito


En aquélla parte de ese extraño lugar donde se encontraba había poca luz, el Sol quedaba muy lejos de aquel planeta, por eso la oscuridad lo llenaba en su mayor parte. Era como vivir en una eterna noche, fresca y maravillosa como lo eran las de su Tierra en verano, cuando vivía con los suyos. Pero aunque parezca lo contrario, no los añoraba demasiado, sólo en contadas ocasiones, cuando se sentaba en el acantilado sin final y miraba cómo pasaban las criaturas que allí vivían. Todas eran maravillosamente extrañas para él, hadas de pelo largo y nariz puntiaguda, con orejas pequeñas y una vocecita fina como el canto de una sirena, como si la sirena cantara una nana para dormir a su hijo; así eran las hadas de aquél lugar. Al contrario de lo que podáis pensar, no eran seres diminutos, sino prácticamente del mismo tamaño que él, bueno, del mismo tamaño que tenía antes de que el Mago Torín le enviara el hechizo que le había llevado allí, el hechizo que lo había convertido en un gatito pequeño y frágil, casi como de jueguete.
Pero habían más seres que vivían con él desde hacía algún tiempo: estaban los gnomos planetarios, que eran hombrecitos, éstos sí de tamaño muy pequeño, tanto que si no tenías cuidado era fácil que los pisaras sin darte cuenta; había también las libélulas danzarinas que acostumbraban a llevarse muy bien con los dragones voladores verdes. Éstos últimos eran muy amigos del gatito, y muchas veces le dejaban que se subiera a su lomo para darle un largo paseo por el otro lado del planeta.

Allí la cosa cambiaba: no se atrevía a ir solo al otro lado porque vivían criaturas extrañas y malévolas, criaturas que, digámoslo así, no eran muy amigas de las visitas. Estaban las abejas de fuego, los ogros mudos y las moscas verdes. Bueno, quizá parezca de película de risa, pero para el gatito asustadizo eran su mayor temor, animales enormes que pululaban por esa parte del planeta, la parte que le habían enseñado a no visitar nunca a menos que no fuese a lomos de un dragón volador. Incluso haciéndolo así, a veces el gatito no podía mantener la vista al frente y se acurrucaba temeroso abrazando el cuello de su enorme y protector amigo.

Aunque no lo parezca, el gatito vivía feliz en ese planeta, había descubierto lo maravilloso de correr sin parar persiguiendo animalillos diminutos, comiendo y arrancando las frutas silvestres que daba aquélla árida tierra... siempre y cuando el Mago Torín no se enterase, claro.
Torín era un mago viejo y arrugado, de cabellos largos y blancos como la nieve recién caída en la cima de una montaña. Tenía unos ojos diminutos que se escondían tras los pliegues de su arrugada piel, aunque si los mirabas fijamente, su azul más intenso que el mar te hacían sentir extraño, débil y poca cosa a su lado. Era un ser cuanto menos estrambótico, le gustaban los dulces con locura, comía todos los que caían entre sus manos, hasta el punto de que a veces tenía que quedarse dentro de la cabaña tomando sus mágicos brevajes para curar lo que los pasteles de hadas (siempre se los preparaban, creía el gatito, para librarse de él durante un tiempo, porque sabían las hadas que el Mago Torín no tenía límites cuando de dulces se trataba)le habían hecho en su mágico estómago.

El Mago era quién había encogido al gatito, era también quién le había llevado a ese extraño planeta, y separado de la abuelita que le cuidaba en su anterior planeta, la Tierra. El gatito no sabía exactamente por qué, pero ya empezaba a no importarle, porque en la cabañita del mago se estaba bien, además él le daba algunos dulces también, lo que no disgustaba para nada al gatito.

Así fueron pasando los días, tantos que, cuando el gatito me explicó esta historia, ni siquiera recordaba el tiempo que estuvo correteando de un lado a otro del planeta, comiendo dulces de hada y paseando por todos los rincones de aquélla peculiar tierra a lomos de sus amigos los dragones verdes. Hasta que un día Torín llegó con otro gatito, mejor dicho, gatita. Era pequeña como él, y estaba asustada. El gatito creyó que él era el preferido del Mago, por lo que no hizo mucho caso del nuevo habitante. A los pocos días, notó que Torín estaba más ausente que antes, si cabe. Y la gatita iba siempre con él. Eso no le gustó.
Al día siguiente, estaba sentado en el acantilado comiendo galletitas de chocolate púrpura, cuando se acercó volando Charly, el dragón verde más anciano. Éste le explicó al gatito que Turín estaba disgustado con él, que se arrepentía de haberlo traído al Planeta, porque no había servido para nada. El gatito, sin entender, le preguntó a Charly que cuál era el motivo por el que el Mago creía que no había servido para nada, a lo que el dragón contestó:
- Turín es el encargado de despertar sentimientos enterrados, y eso intentó contigo gatito, pero parece ser que en tí no hay nada que desenterrar.
Dicho esto, Charly sacó una bocanada de fuego azulada por su nariz vieja y seca, abrió sus enormes alas y se marchó volando al otro lado. El gatito le gritó que le llevara con él, pero éste se negó, alegando que Turín le había prohibido a él y al resto de su especie llevarle a lomos al otro lado.
- No podemos!, el Mago quiere que recapacites y que busques en tí el verdadero motivo por el que te trajo, que no es comer dulces, ni tampoco volar todo el día a lomo nuestro como si fuésemos una atracción de feria!
El gatito siguió mirando al horizonte hasta que Charly desapareció en él. Y se quedó muy triste. Tan triste que no pudo evitar llorar y lamentarse, echar de menos a su abuelita, a los niños que a veces iban a verle y que le hacían juegos y carícias... su Tierra y su casa.

Quizá no había apreciado lo suficiente a la abuelita, quizá había dado por sentadas muchas cosas que no debería. Esto le hizo llorar más y más, hasta que sus llantos se oyeron por todo el Planeta, hasta las libélulas lo oyeron desde el otro lado, y el gatito no podía parar de llorar.
Lloró tanto, que a sus pies se formó un charco de lágrimas saladas, un charco en el que el gatito empezó a ver su carita triste reflejada, y esto le acongojó tanto que todavía se lamentó y lloró más.

Se hizo la tarde y llegó Torín, con la nueva gatita pequeña, y nuestro amigo seguía llorando, mientras el charco se asemejaba cada vez más a un pequeño oceáno de tristeza a los pies del gatito, también triste. Turín le preguntó por qué lloraba y él le contestó entre sollozos que echaba de menos a su abuelita, a sus niños, a su camita mullida y calentita cerca de la chimenea... echaba de menos su vida en la Tierra, porque nunca pensó que lo que tenía era tan bueno hasta que lo perdió.
El Mago, al escuchar al gatito sonrió ampliamente, y le dijo que entrara en la cabañita. El gatito desganado siguió a Torín hasta la casa, donde se dejó caer sin fuerzas en el suelo, abatido.
De repente, el Mago dijo:
- ¡Brrarrum, brrarram! ¡El gatito a su tamaño normal!
Y nuestro amigo sintió un extraño cosquilleo que le recorrió desde el hocico hasta la punta de la cola, era como un calambre que le hizo erizarse y ponerse de pie. Se notó raro, diferente, enorme. ¡Era como si todo su cuerpo pesara el triple!, vio como sus patitas habían crecido, ¡ahora todo él era como antes! ¡había vuelto a ser el mismo!
El Mago le dijo:
- Por fin has decidido mirar en tí, entender lo que quieres y lo que tenías, apreciar lo que la vida te dio. Ahora, vuelve con tu abuelita, ella también está muy triste desde que te marchaste.

Abrió los ojos y se sintió entumecido, no recordaba muy bien cuándo se había dormido. Se desperezó y notó un calorcito muy agradable en la cara... abrió los ojos despacio ¡El Sol! ¡entraba Sol por las ventanas!. Estaba en su camita, con la abuelita a su lado senatada en su butaca y haciendo ganchillo. Sintió una oleada de alegría en su interior, sin ni siquiera pensarlo, ronroneó tan fuerte que la abuelita lo oyó desde su asiento, se levantó y lo cogió en brazos acariciándolo sin parar. El gatito restregó su carita con la de su ama, su amiga y casi su madre.

La abuelita le sirvió un cuenco con leche, la leche más rica que nuestro amigo el gatito había probado jamás.

martes, 2 de junio de 2009

¿QUIÉN ME HA ROBADO EL MES DE ABRIL?



Aquí les dejo un vídeo del maestro Sabina, en una de mis canciones preferidas... nostálgica y triste, pero preciosa e intensa. Seguramente todos nos hemos sentido alguna vez así: como si nos hubiesen robado el mes de abril.

Un beso enorme, cuídense mucho!

martes, 21 de abril de 2009

UN LARGO VIAJE




Marta.

Cerró la puerta tras de sí, era noche cerrada y el viento azotaba con fuerza, las farolas iluminaban ténuemente las calles, encendió un cigarrillo y echó a andar, sabía que no iba a verle nunca más, sabía que lo dejaba, a él y a su casa, para siempre. No le importaba, todo estaba decidido ya hacía meses. Pero era hoy cuando se había atrevido a dar el paso definitivo. Así que con paso ligero torció en la primera esquina a la derecha, no quería que ningún vecino la viese por casualidad, y sacó su móvil para llamar al taxi que la llevaría al aeropuerto. El avión salía a las 6 de la mañana, eran las cuatro. Sabía que llegaría con tiempo de sobras para facturar su equipaje y desayunar, ojear alguna revista e incluso escribir en su diario.
Se sintió plenamente feliz, por fin era ELLA, Marta, la misma Marta de cuatro años atrás, cuando conoció a Pablo. Casi se había olvidado de la sensación de alegría que se siente cuando consigues, por fin, llevar tú misma las riendas de tu vida. Sin nadie que te juzque o que te diga "ya te lo dije". Pensó en Pablo, en la cara que pondría al despertar y ver que no estaba en casa (se daría cuenta cuando viese que no estaba el desayuno preparado, era lo único que le interesaba de ella a ésa hora de la mañana), y se dibujó en su mente un retrato robot de la expresión de su ex marido (¡ex marido! creía que jamás podría referirse a Pablo como tal) cuando viese la carta que había dejado para él en la mesa de la cocina. No pudo evitar que una amplia sonrisa orgullosa le recorriese la cara. Una sonrisa que decía "¡He ganado, gilipollas, jódete!
Un coche giró la esquina, era su taxi. Su sonrisa estalló en una carcajada de júbilo y éxito que rompió el silenció de esa noche oscura. Subió al taxi dejando atrás toda una vida, camino de otra, pero ésta de verdad. Cuando el coche subió de nuevo por su calle, observó lo que había sido su casa durante casi diez años hasta que desapareció en la noche, como si en realidad jamás hubiese estado allí. Ella y los seres que la habitaron algún día. - Así es - pensó - ni la Marta que ha vivido allí ha existido jamás, ni tampoco su marido, ese tal Pablo - Miró hacia adelante todavía con una sensación de energía renovada que la hacía sentir más viva que nunca. - ¿Así que al aeropuerto? - preguntó el taxista - ¿Viaje de negocios o de placer? - ella pensó su respuesta un par de segundos - placer - dijo - de hecho, creo que será el viaje más largo y placentero de mi vida - .El taxista sonrió y siguió conduciendo camino del avión que llevaría a Marta a Nápoles, la ciudad que le brindaría la oportunidad de empezar de nuevo.

Pablo.

Sonó el despertador, como siempre, demasiado pronto. Eran las siete en punto de la mañana, se dio la vuelta y vio con algería que Marta ya no estaba en su lado de la cama: Así habría desayuno listo y llegaría temprano a la oficina, tenía que terminar de perfilar unos informes para la reunión de esa misma tarde con los alemanes. Así que salio de la cama y se encaminó a la ducha, se lavó los dientes y se acicaló con uno de sus trajes, como siempre cuando venían los alemanes a pasar revista.
Bajó corriendo las escaleras, gritando:
- Marta, ¿qué has preparado para desayunar? - pero no obtuvo respuesta alguna.
Entró en la cocina y se extrañó al no encontrar a Marta allí, ¡ni el desayuno!. Se enfureció de veras. Ahora llegaría tarde y no podría dedicar el tiempo suficiente a los informes. Gritó con todas sus fuerzas - Marta, joder, ¿dónde coño te has metido? - nada, no se oía ni un alma.
Revolvió toda la casa ciego de furia, pero Marta no estaba por ningún lado. Entonces se preparó un café y se sentó encima de la mesa. Una hoja de papel cayó al suelo. Parecía una carta, estaba metida en un sobre, y con la letra de Marta había escrito su nombre, Pablo. Así que la abrió y comenzó a leer:

Al principio sentía que las cosas no hubisen salido bien entre nosotros. Lo sentía de veras. Pero fue pasando el tiempo, no demasiado, y poco a poco mi mente fue volviendo en sí. Digo volviendo en sí porque contigo jamás fui yo. No lo hice voluntariamente, pero ahora me doy cuenta de que así fue.
Tu forma de ser, tus pretensiones... nunca dejaron aflorar mi personalidad. Supongo que por miedo. ¿Y sabes lo que me da miedo de verdad? darme cuenta, ahora que soy consciente de todo, ahora que mi mente es la que era antes de conocerte, me aterra profundamente el darme cuenta de que ése era el principio de de un peligroso camino. Aunque yo tuve fuerzas, o más bien suerte, y lo desandé antes de llegar ni siquiera a la mitad. Porque ésa es la senda que lleva a la incomprensión eterna, al olvido de uno mismo, a perder todo lo que con tanto trabajo has hecho de tí. Yo estuve a punto de perderlo, ahora me doy cuenta, y me alegro de que no haya pasado. Por eso con el tiempo empecé a alegrarme de que las cosas no hubiesen ido bien entre tú y yo.

Yo no busco ningún culplable, pero me gustaría que te dieses cuenta de que no me has conocido nunca, en todo el tiempo que estuvimos juntos, durante todas las conversaciones que mantuvimos, cuando hacíamos el amor... no era yo, sólo mi cuerpo. Y lo que es más importante: no fui yo porque tú nunca me dejaste.
No soy ninguna de tus hermanas, no soy como ellas, ni como tu madre. Tus comparaciones contínuas con ellas me llevaron a un estado de alienación mayúsculo, sin darme cuenta, intentaba emular su forma de ser, sus reacciones, incluso sus gestos... ¿a caso los míos no eran buenos? llegué a creer que no, que no era suficientemente buena para tí. Pero ahora me he dado cuenta: eres tú el que no eres suficientemente bueno para mí. Así que me marcho Pablo.

No te diré a dónde voy, porque no quiero retornar jamás a esta etapa de mi vida, y eso te incluye a tí. Es extraño la delgada línea que separa el amor del odio, ¿no crees?. Me gustaría poder presentarte a la verdadera Marta, pero ya es tarde porque estoy agotada, extenuada. No tengo fuerzas para seguir intentándolo, simplemente no puedo. No te pido que me perdones, porque no me importa. Espero que la vida te trate bien, y que consigas ser feliz con la persona que esté destinada a tí, la mujer que tenga todo lo que tú buscas; estoy segura de que yo no lo soy, aunque me ha costado darme cuenta, ahora lo sé, y por eso me voy.

Te pido que no me busques, simplemente olvídame y empieza de nuevo, espero que tengas mucha suerte.

Se despide para siempre,


Marta.


Se sintió morir. Se había ido. Su cabeza se llenó de todos los temores que había deshechado durante mucho timpo, sabía que no la trataba bien, sabía que la quería mucho más de lo que le demostraba... sabía más de lo que Marta creía. Pero casi es peor ignorar lo evidente que no darse cuenta, y para él ya era demasiado tarde. Encendió un cigarrillo y lloró sentado en la mesa de la cocina, arrugando entre sus dedos el papel que le había hecho sentirse la persona más estúpida y abandonada del mundo. En el fondo de su alma sabía que se lo merecía. - Por no valorar lo que has tenido a tu lado tanto timpo - se dijo - ¡estúpido engreído y confiado!

Leyó la carta una docena de veces, cada vez más hundido y triste. No sabía si podría soportar la vida sin ella, pero le había dicho explícitamente que no la buscase, y eso lo iba a respetar. Ya era hora de empezar a respetar a la persona que más había querido en su vida, y a la vez, a la que peor había tratad sin merecerlo.


Se levantó de la mesa y se ajustó la corbata, la rojez de sus ojos delataba que había estado llorando, así que fue al baño a por el colirio que Marta solía usar cuando salían a tomar alguna copa por las noches, tenía los ojos muy sensibles y el humo de los locales le afectaba en seguida. Recordó cómo le obligaba a cambiarse de ropa si consideraba que iba demasiado escotada o con una falda demasiado corta, una punzada de dolor y rabia le volvió a recordar cuánta razón había tenido ella al abandonarle. Encendió otro cigarro y aspiró profundamente, como si el humo inhalado fuera a conseguir que olvidase toda la mierda que llevaba encima, y apenas eran las ocho y media. Se miró en el espejo del baño y vio un hombre derrotado, abatido y triste. Sin nadie que le apoyase, sin nadie que le deseara un buen día en el trabajo... sin ella. Las lágrimas puganaban por brotar de nuevo, pero se resistió a ello.

Se puso la americana y se fue a trabajar, esperando que el día le ayudase a olvidar lo vacía y oscura que iba a estar la casa esa noche cuando regresara.

viernes, 27 de marzo de 2009

SABOR A CANELA


Me recosté en la butaca, todavía me dolía la cabeza del alborotado día que había tenido. Pero por fin había terminado, por fin. Ahora, después de un largo baño con sales en el jacuzzi del hotel (de algo tiene que servir estar siempre de viaje por el trabajo), me disponía a tomar un whisky con hielo de minibar, y a escuchar algo de música relajante. Di el primer trago de whisky, que me supo a gloria: el antídoto contra todos mis males. Decidí aumentar el momento de relajación al máximo exponente, así que me levanté de la butaca y rebusqúé en mi neceser, buscaba la mascarilla de té rojo, que tanto me refrescaba y me ayudaba a entrar en ese estado de semi-nirvana. Me la apliqué suavemente en el rostro, y me quité el albornoz. Estaba completamente desnuda delante del espejo con la mascarilla puesta, me examiné a fondo. -En el fondo no está mal- pensé mientras escrutaba cada centímetro de mi piel. Mis piernas no eran largas como las de una modelo, pero si esbltas, capaces de lucir sin ningún problema una buena minifalda. Una de las partes de mí que más me gustaban era mi vientre: era plano y duro, fruto de las repetidas series de abdominales que acostumbraba a hacer en el gimnasio. Los pechos eran pequeños, pero debido a eso, siempre estaban mirando hacia arriba, tersos y turgentes, seguían estando igual que cuando tenía 18 años. La verdad es que el conjunto me gustaba, me sentía sexy allí desnuda delante del espejo. Mi cintura era estrecha pero a la vez mis caderas eran anchas (se me pasó por la cabeza que, aunque ahora se llevan los prototipos de mujer más bien rectos, en otra época hubiese sido el modelo ideal. Sólo había que echar un vistazo a mis caderas para darse cuenta de mi potencial de fertilidad); de todos modos a mí me gustaba ser una mujer con curvas. Y me constaba - y me consta todavía- que a la mayoría de los hombres también.

Salí del lavabo todavía desnuda y me tumbé en la cama con el vaso de whisky en la mano, la música me hacía sentir en paz, en calma. Di otro sorbo de mi bebida, y exhalé todo el aire que me quedaba en los pulmones. Poco a poco la mente se fue vaciando hasta quedar sólo pensamientos primarios, básicos. Me sentía atontada por el whisky, pero me serví otro. Ahora abrí la ventana de la habitación y salñi fuera.

Eran más d elas 12 de la noche, el cielo de Argel estaba despejado y las estrellas parecían un montón de pequeñas luciérnagas jueguetonas que bailaban en el firmamento. Mi balcón daba a la piscina del hotel, y allá al horizonte, se apreciaba el mar. Se sentía una brisa cálida que hacía que la noche fuese de lo más apacible, así que no reparé demasiado en mi desnudez. Cogí una silla y me senté bebiendo sorbo tras sorbo de mi ya tercer vaso de whisky, era realmente estupendo estar allí, por ese rato me sentí en el paraíso, conseguí olvidar mi mal día y el hecho de estar sola en un país extrangero como aquél. Un sonido de pasos me sacó de mis pensamientos, había alguien moviéndose debajo de mi balcón, no conseguía verlo, pero se notaba una presencia, se sentían sus pasos y movimientos. Entonces me di cuenta de que estaba totalmente desnuda, entré rápido a la habitación para ponerme de nuevo el albornoz. Me sentí asustada por la presencia desconocida a esas horas de la noche, me tranquilicé interiormente convenciéndome a mí misma de que sería personal del hotel, o simplemente algún animal que paseaba por el jardín. Me di la vuelta para salir de nuevo al balcón y coger mi vaso de whisky, pero al hacerlo me quedé petrificada. Alguien había entrado en mi habitación, desde el jardín no era demasiado difícil entrar a mi cuarto, dado que estaba en la planta baja del hotel. Maldije mi miedo a las alturas que me había llevado a pedir la habitación de la planta baja.
Se trataba de un hombre, era alto y delgado, esbelto. Su piel era morena y sus rasgos duros. Tenía una nariz egipica, y los ojos más bellos y profundos que jamás había visto. Ojos negros como el azabache, como la noche que bañaba ese exótico país. El brillo que emitían me dejó anonadada, incapaz de articular palabra, me quedé parada delante de él, sin poder apartar sus ojos de los míos. En su bello rostro se dibujó una amplia sonrisa de blancos dientes. Él me miro de arriba a abajo. Entonces me di cuanta: llevaba el albornoz desabrochado; lo anudé rápidamente.

Él se acercó sin dejar de sonreír y me acarició la cara. De cerca era todavía más bello. No podía moverme, ese hombre tenía sobre mí un efecto inhibidor de la propia voluntad, me sumía en un estado de hipnsois en el que sólo pensaba en ser poseída por él. Deseaba hacer el amor allí mismo, no me importaba quién fuese ni por qué estaba allí, sólo lo deseaba, era el deseo más ardiente que me había recorrido en el vida. Puro deseo, pura pasión, el sexo por el sexo.

Sus caricias fueron bajande de la cara al cuello, tan suaves, tan ardientes; me pesaban los párpados y mi mente no pensaba con claridad, me entrgué totalmente a él, no me importaba lo que hiciese conmigo. Cerré los ojos para sentir aún más su tacto, empecé a sentir un calor incontenible que me subía por el estomágo y estallaba en las sienes, notaba sus ágiles manos recorriendo mi cuerpo, desanudando mi albornoz, dejando que cayese al suelo para descubrir ante él toda mi desnudez. Su aliento olía a néctar y a fruta, lo sentí mientras iba recorriendo con sus labios los míos, mientras rehacía el camino hecho con sus manos, pero esta vez con su boca.
Sin mediar palabra, me recostó sobre la cama, yo lo miré a los ojos y deseé que se tumbase a mi lado, para acariciar su esbelto y moreno cuerpo, para recorrerlo como él había hecho conmigo: despacio, anhelando y disfrutando de todo su sabor. Se me antojó que su aroma debía de ser de canela, parecido a los dulces recién salidos del horno. Quise comprobarlo por mi misma y descubrí así que era todavía mejor. Hicimos el amor durante horas de la forma más salvaje y sensual que jamás había hecho, y que jamás volvería a hacer.

Me desperté por el frío, estaba tumbada en la cama, seguía desnuda y a mi lado no había nadie. Por un momento creí que había sido un sueño, quizá me había dormido y lo había imaginado todo. Me levanté para ir al lavabo, y entonces vi algo encima de la mesita de noche: había una nota, no recordaba que estuviese allí antes. La leí:

Querida, gracias por este maravilloso rato, espero que el destino nos vuelva a reunir algún día, mientras, recuérdame siempre, igual que yo te recordaré a tí


Han pasado muchos años ya, entonces yo tenía 29 y ahora se me considera una anciana; no revelaré este dato, ya que una dama jamás dice su edad.
No supe su nombre nunca, ni siquiera oí su voz. Pero no he sido capaz de olvidarlo. Me casé, tuve hijos y una vida feliz, pero no he le he podido olvidar. A veces, en la soledad de mi dormitorio, la mente se me inunda de nuevo con él, con su aroma y con su tacto, con su belleza egipcia.
Y la habitación parece llenarse de una fragancia a canela tostada.

martes, 24 de marzo de 2009

ACARÍCIAME...

Foto: Puesta de sol en BCN, verano 2008.

Quiero sentir tu cálido tacto en mi piel, en cada centímetro de ella, sin olvidar ni uno solo.

Quiero disfrutar de tí todo el día, durante todas las horas que me sea posible.

Querría tenerte todo el año, sin excepción, aunque sé que no es posible. Pero lo querría.

Quiero que me toques desde lejos, recorriéndome de arriba a abajo con tus dedos largos y apacibles que tan bien me hacen sentir.

Quiero que me llenes de vida, que hagas correr por mi interior tu energía y que ésta me haga renacer.

Acaríciame con tus rayos, querido Astro Rey, porque tengo ganas de tí.

miércoles, 18 de marzo de 2009

NADIE


Se despertó incómodo por el sofocante calor que llenaba la habitación, la camiseta que llevaba se le pegaba al cuerpo como su segunda piel, el verano estaba siendo muy caluroso. Además estaba la humedad, más de 30 grados con una humedad tan alta como la de Barcelona hacían que sudases sin ni siquiera mover un dedo. Así que, al ver que ya pasaban de las 11 de la mañana, decidió levantarse para darse una ducha y aliviar, aunque sólo fuese por un rato, el agobiante calor.
Salió de la cama de un respingo, y se extrañó del silencio que entraba por la ventana. No se oía nada. Se asomó para ver la calle y se quedó perpelejo: nada. Nadie. Ni un alma. La calle completamente desietra un lunes por la mañana, cuando el bullicio acostumbra a ser mayor. ¿Dónde estaban todos?.
Decidió pasar de la ducha y salir a investigar, se llevó el móvil y mientras bajaba a por el cohe, llamó a un par de amigos, a su trabajo... había línea pero nadie contestaba.
Llegó al coche y encendió la radio, sólo se oían interferencias. El silencio le estaba poniendo nervioso. Es curioso, estamos tan acostumbrados al ruido que el silencio nos hace sentir inquietos. Condujo durante unos minutos sin rumbo, por su cabeza no paraban de pasar ideas de todo tipo: ¿Una oleada de histeria colectiva provocadapor algún accidente? ¿Una evcacuación masiva? ¿Algún simulacro de defensa civil? ¿Ataque de extraterrestres? ¿Situación de expediente X? Mientras todos estos pensamientos se le dispersaban por la mente un atisbo de esperanza se mantenía en su interior: El silencio y la inactividad urbana no tenían por qué extenderse a todos los puntos de la ciudad; podía ser que en otros barrios la vida transcurriese de la forma habitual. Decidió comprobarlo cuanto antes, así que pisó el acelerador y puso marcha al sitio con más movimiento de personas que se le ocurrió: el aeropuerto.


Recorrió los 35 kilómetros que separaban su barrio del aeropuerto del Prat, aparcó el coche en el párking, sin preocuparse de abonar la cara tarifa. Salió disparado y ni siquiera cerró con llave, no tenía miedo de que nadie le robase en esas extrañas circunstancias. Habían más coches estacionados, pero no se veía a nadie. Entró dentro, corrió a través de todas las salas, en las que habían maletas abandonadas a su suerte, pero de nuevo, ni un alma. Ni empleados, ni viajeros, ni los indigentes que acostumbran a agotar sus horas muertas deambulando por el aeropuerto... nadie. Los aviones estaban estacionados en las pistas completamente vacíos.

Le invadió una fuerte ansiedad, no sabía qué hacer, ni a dónde ir... estaba solo en una ciudad enorme. Quizá en un país enorme. No sabía el alcance que tenía la inactividad, de hecho empezaba a pensar que era posible que se extendiese más allá de las fronteras estatales.

Se le aceleró el corazón y empezó a respirar cada vez más apresurado. Necesitaba salir de allí, sentía que se ahogaba, que le faltaba el aire. Así que salió corriendo y cuando estuvo fuera gritó. Aulló con toda la fuerza que fue capaz hasta que las venas del cuello se le tensaron como cables a punto de romperse. Cayó derrotado al suelo y lloró. Lloró como hacía años que no lloraba, como un niño. Se sintió el ser más abandonado de la Tierra. Sin nadie. Lo tenía todo su alcance: podía ir al banco, reventar los cristales y llevarse todo el dinero que hubiese. ¿Pero para qué? el dinero no servía de nada ahora. Todo lo que había vivido, aprendido y hecho hasta ahora no servía de nada. Porque estaba solo.


Entró en el coche y se sentó, volvió a poner la radio pero sólo pudo oír interferencias en todas las emisoras. Siguió llorando hasta que cayó dormido. Soñó: soñó con su infancia, con su hermana y él jugando en el jardín, con su madre que les llevaba unos bocadillos para merendar. Lloró en sueños por saber que no podría volver a tener lo que antes tenía y no supo valorar. Lloró de rabia en sueños, y sintió que prefería no despertar jamás si era para vivir en un mundo vacío.


Le despertaron unos golpes secos. Abrió los ojos y miró por la ventanilla del coche: había una chica morena haciendo gestos para que bajase la aventana.

- ¿Se encuentra bien? - preguntó - Hace mucho calor para dormir en el coche con las ventanillas cerradas, lo he visto y he pensado que sería mejor despertarle, no tiene buena cara, y está sudando-

La miró completamente confundido... ella le sonrió e hizo un gesto de despedirse, en un momento desapareció.

Miró a su alrededor, estaba en el párking del aeropuerto, ahora lo recordaba todo. Estaba agotado, volvía de un viaje de negocios y se quedó dormido en el coche. Posiblemente por culpa del calor había tenido esa horrible pesadilla. Respiró aliviado. Había sido tan real que todavía se sentía aturdido.


Bajó del coche a comprar un refresco en uno de los bares del aeropuerto, y mientras encendía un cigarro pensaba que a partir de ese momento se lo iba a tomar todo con más calma. Sobre todo, iba a valorar más lo que la vida le daba cada día.



miércoles, 11 de marzo de 2009

GOFRES CON CHOCOLATE


Se levantó de un golpe y salió a la calle. La noche era fría y oscura. Las farolas de la calle apenas podían romper la aterradora oscuridad que invadía los rincones, las esquinas y hasta los pensamientos. Los suyos, desde luego.
A pesar del frío y la noche, las calles estaban llenas de gente, era víspera de Navidad, y en esa época las tiendas se llenaban de compradores compulsivos que se olvidaban de sus problemas a base de golpe de tarjeta. A ella esas Fiestas le deprimían todavía más. Se ajustó el gorro y la bufanda, encendió un cigarro y siguió con su indefinida ruta, siempre hacia adelante, como en la vida.

Llegó hasta el río, el río que cruzaba la ciudad y al que siempre acudía para mirarlo pasar. A veces lo envidiaba, como ahora. El río siempre estaba en constante renovación, podías mirar fijamente a cualquier punto, pero nunca verías exactamente lo mismo. Ella hacía tiempo que sentía la imperiosa necesidad de un cambio en su vida, algo que le incentivase al levantarse por las mañanas. Algún motivo que la empujase a seguir en el juego. Pero no lo encontraba.
El viento sopló con fuerza y azotó sus cabellos, el frío era cada vez más intenso. Allá a lo lejos podía ver el bulevar, lleno de gente que ahora parecían pequeños seres yendo aquí y allá. Parecían felices, y deseó poder ser uno de ellos. Aprender a conformarse con lo que la vida tiene a bien darte, o con lo que te ha tocado. Pero no podía. Deseaba ser como el río, ser diferente en cada segundo, a cada instante de su vida.
Se sentó en un banco a mirar el horizonte. Inspiró profundamente el frío aire y sintió como sus pulmones se llenaban de él, como se enfriaban con él. El cielo se empezaba a llenar de nuebes grises que presagiaban una tormenta. El viento empezó a soplar más fuerte y empezó a sentir calma en su interior, de repete, sentía que en ningún sitio podría estar tan bien como allí. Se sentía fuera. Fuera del tumulto, de las miradas desconocidas y de la gente. Por un instante pensó que le gustaría poder quedarse allí, sentada en el banco observanso el río pasar y dejando que sus cabellos se alborotasen a merced del viento caprichoso. Ojalá ese río le enseñase a entender la vida, las personas y el mundo que la rodea, que a veces se le antojan imposibles de entender.

Desde pequeñita le habían enseñado que el orden era la base en cualquier persona que se pudiese llamar digna. Le habían enseñado a sonreír cuando no le apetecía, a besar a personas que no conocía por educación, a hacer cosas que no deseaba hacer. Pero algo en su interior estaba alerta, en el fondo pensaba que era afortunada, quizá esos sentimientos enfrentados que tenía eran resquicios de sus pulsiones naturales, de animal. Y, aunque en cierto modo le atormenataba, se sentía orgullosa de ello. De no estar alienada completamente, de ser capaz de darse cuenta de lo difícil y antinatural que a veces es el mundo que hemos creado para nosotros. Del alto precio que hemos pagado por vivir como vivimos.

De repente sintió un sobresalto: se había quedado totalmente ensimismada en sus elucubraciones, una música navideña que provenía del bulevar la devolvió al mundo real. Se sentía mejor. Sin darse cuenta había pasado más de una hora, eran las 10 de la noche. Encendió otro cigarrillo y echó a andar hacia casa.
Al llegar al paseo, se encontró con varias parejas que andaban cogidas de la mano, madres y padres con sus hijos, que irradiaban felicidad por las compras y regalos navideños. Se respiraba un aire de felicidad general, el ambiente era cálido a pesar de la fría noche de invierno.
Siguió caminando y paró en una parada ambulante que vendía gofres de chocolate, compró dos, uno de ellos con nata. Sin perder un minuto, aceleró el paso hasta llegar a un edificio rojo con puertas de madera blancas, llamó al telefonillo y esperó. Se oyó una voz de mujer - Si? - ella sonrió, hacía demasiado tiempo que no iba a verla, se sentía culpable por ello. - ¿Mamá?, ¡soy yo, te he traído una sorpresa! -
La puerta se abrió al instante - ella subió las escaleras a toda prisa, una sonrisa de oreja a oreja le recorrio el rostro y esta vez no era en absoluto forzada, - no quería que el gofre de su madre se enfriase.

martes, 10 de marzo de 2009

CATALUNYA



El nombre de Catalunya es de etimología incierta, pero se cree que deriva de "Terra de Castells" (tierra de castillos). Se empezó a utilizar allá en el S. XII para designar a aquellos condados que formaban la Marca Hispánica y que, una vez liberados de la dominación musulmana en el S. IX, se fueron desvinculando cada vez más de la tutela francesa y, poco a poco, fueron soberanos.
Este territorio soberano, conocido como Catalunya Vella (Catalunya Vieja), con una sociedad eminentemente feudal, inició una importante expansión territorial , que empezó, en el transcurso de los siglos XI y XII, - en tiempos del Conde Ramón Berenguer III - el primero en ser nombrado monarca de los catalanes-, y en diversas direcciones: el levante peninsular, las islas mediterráneas y el norte occitano. Fruto de esta expansión fue la incorporación de la la llamada Catalunya Nova (Catalunya Nueva), que se extendía al sur y a poniente del río Llobregat y hasta la línea del Ebro, que fue conquistada y repoblada en el siglo XII.
La unión en matrimonio del Conde Ramón Berenguer IV, con Peronella, hija del rey de Aragón, en el 1137, posibilitó la formación de la corona de Aragón y la continuación de la expansión feudal, que empezó por el sur y el poniente musulmán - Tortosa fue conquistada en el año 1148 y Lleida en el 1149.



Asimismo, la gran expansión feudal catalana se da en el siglo XIII y principios del XIV, a raíz del cual la Corona de Aragón se amplia con los dominios mediterráneos de Mallorca, Sicília i Sardenya(Cerdenya), además de Valencia. La expansión se inició con el rey Jaume I, que conquistó Mallorca (1229) - de donde expulsó a la población musulmana - y Valencia (1238) - territorio al que se dio el estatuto de reino, y que fue repoblado mayoritariamente por catalanes-.
De forma paralela, y en el transcurso de un sitema feudal a uno monárquico, se fue confirgurando un sistema político que tenía como base el "pactismo", es decir, la limitación del poder real por parte de las cortes - donde estaban representados la nobleza, el clero y la burguesía urbana -. Este sistema dio lugar a una institución surgida a finales del S. XIII, la DIPUTACIÓN DEL GENERAL (Que a partir del S. XVI fue conocida también como Generalitat) y que fue adquiriendo de manera progresiva poder político.

A mediados del S. XIV, se inició una época de crisis demográfica (con el impacto recurrente de la peste), económica y política, que llevaría a una guerra civil en el S. XV.

En el año 1469, el matrimonio del rey Fernando II de Aragón con Isabel de Castilla, llamada La Católica, propició el camino hacia una monarquia hispánica, aunque durante siglos Catalunya mantuvo su condición de estado, de sobirania imperfecta, pero con sus propias instituciones y con plena vigencia de sus constituciones y derechos.

Debilitada demográficamente y económicamente, durante los siglos XVI y XVII Catalunya vivió un periodo de decadencia, en oposición al llamado "Siglo de Oro" de Castilla que siguió en la conquista de América. Las pretensiones unificadores de la monarquia hispánica fueron la raíz de un nuevo conflicto de Catalunya con el rey, el levantamiento secesionista conocido como La Guerra dels Segadors (La Guerra de los Segadores) (1640 - 1659). Esta guerra finalizó con el Tractat dels Pirineus (Tratado de los Pirineos)(1659), que sancionaba la anexión de Rosselló y Cerdanya a la monarquia francesa, mientras que las instituciones políticas catalanas pasaron a ser fuertemente controladas por la monarquia hispánica.

Durante la Guerra de Sucesión (Conflicto de ámbito europeo en el que estaba en disputa la sucesión a la corona española) Catalunya se posicionó mayoritariamente al lado del pretendiente austríaco como forma de mantener sus constituciones, en el que fue conocido internacionalmente como el "cas dels catalans" (el caso de los catalanes). Pero el 11 de Septiembre de 1714, Barcelona se rindió ante las tropas del pretendiente francés. La guerra finalizó con el tratado de Utrech, el cual significó la entronización en España de la dinastía francesa de los Borbones con la persona de Felipe V. Este rey, nieto de Felipe XIV, instauró un sistema absolutista de gobierno, que comportó, en los territorios de la antigua Corona de Aragón y de Catalunya, la liquidación de las instituciones y del sistema constitucional propios mediante el llamado Decret de Nova Planta (Decreto de Nueva Planta) (1716). Catalunya dejaba de tener un estado propio, y se integraba definitivamente en la monarquia española.
La Nova Planta significó la sustitución total de la lengua catalana por la castellana en todo el ámbito público: administración, enseñanza, etc. Lo que comportó un declive de la lengua - que se mantuvo, asimismo, en el ámbito familiar - y de la cultura catalanas, del que no volvería a salir hasta el llamado Renacimiento del siglo XIX. En el plano económico, Catalunya experimentó un desarrollo agrario, comercial y manufacturero, que asentó las bases para la industrialización del siguiente siglo.

En el S. XIX Catalunya fue la región más industrializada de España: se ha podido afirmar que Catalunya era la fábrica de España. Este desarrollo industrial - que se basó en el téxtil, el sector claramente hegemónico - durante el año 1833, año en el que empezó a funcionar en Barcelona la primera fábrica mecanizada movida a vapor, y a vigília de la I Guerra Mundial, en que la economía catalana ya se consideraba plenamente industrial.
Esta industrialización dio lugar a una nueva sociedad, diferenciada del resto de España, con un grado creciente de conflictividad social y una desaveniencia también creciente respecto al Estado español, que se consideraba incapaz de responder a unos intereses como los de la sociedad catalana. Esto comportó que al largo del siglo XIX, fueran surgiendo los movimientos que propugnan el reconocimiento de la personalidad catalana, que íban des del particularismo de principios de siglo hasta diversas formas de federalismo y regionalismo.

En el invierno de 1939 Catalunya fue ocupada por el ejército franquista. La victoria del bando nacional y la dictadura que instauró el General Franco comportó, en toda España, el exilio, la muerte y la represión de los numerosos militantes republicanos y de partidos y sindicatos obreros. El nuevo régimen suprimió inmediatamente el Estatut de Catalunya, reprimió toda manifestación al catalanismo y prohibió el uso público de la lengua catalana, En el 1940, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, capturado en Francia por los nazis, fue entregado a las autoridades franquistas y fusilado en Barcelona.
Después de una larga y dura posguerra, la España franquista experimentó un periodo de expansión económica, que fue determinante para la inserción tardía, aunque rápida, de España en genral y de Catalunya en un desarrollo eureopeo más amplio, correspondiente a lo que se ha llamado como "treinta años gloriosos" (1945 - 1975)
Durante este periodo, Catalunya experimentó un gran incremento de la población, que pasó de 3 a 6 millones de habitantes de 1950 a 1980. Este enorme salto demográfico, que fue posible gracias a la existencia de una industria que necesitaba mano de obra, se vio muy facilitado por la aportación migratoria de gentes venidas, fundamentalmente, del sur de España. Esta aportación demográfica ha configurado, de una manera decisiva, la sociedad catalana actual.



Con la muerte de Franco, en el 1975, España evolucionó hacia un estado democrático y autonómico, definido en la Constitución de 1978. En el 1977 fue restablecida de forma provisional la Generalitat de Catalunya, en la persona de su predinte exiliado, Josep Tarradellas, que retornó a Barcelona en octubre de ese año. En el 1979 se aprobó el Estatuto de Auronomía de Catalunya, que permitía el resatblecimento del autogobierno. En el 1986 España se integró dentro de la Unión Europea, dentro de la cual Catalunya propugna el reconocimiento del papel de las regiones como motores del desarrollo económico y del bienestar social. En el periodo 1980 - 2003, caracterizado por el desarrollo autonómico, gobernó la coalición Convergència i unió (CiU), encabezada por el presidente Jordi Pujol. En el 2003, Pujol fue sucedido por Pasqual Maragall, con un gobierno tripartito (PSC - ERC - ICV), que impulsó la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya para adaptarlo a la nueva realidad catalana. Este Estatuto entró en vigor el 9 de agosto de 2006. En el noviembre de ese mismo año, José Montilla sucedió a Maragall como presidente de la Generalitat de Catalunya.


Fuentes: Web de la Generalitat de Catalunya (www.gencat.cat)
Vikipedia: ca.wikipedia.org

viernes, 6 de marzo de 2009

IF I DON'T BELIEVE IN LOVE... YOU'RE TOO GOOD FOR ME



I wanna go to bed
With arms around me
But wake up on my own
Pretend
That I'm still sleeping
Til' you go home

Oh
I can't look at you
This morning
I should probably have a sign
That says
'Leave right now or quicker'
You've overstayed your time

If I don't believe in love
Nothing will last for me
If I don't believe in love
Nothing is safe for me
When I don't believe in love
You're too close to me
And that's why
You have to leave

Maybe I slept peaceful
On your shoulder
Your arm warm around my side
But it's different now
It's morning
And I can't face your smile

The second that I feel
Your safe hands
Reaching out for mine
I slip away and out of sight
You've ovestayed your time

If I don't believe in love
Nothing is good for me
If I don't believe in love
Nothing will last for me
When I don't believe in love
Nothing is new for me
Nothing is wrong for me
And nothing is real for me

When I don't believe in love
Why do you care for me?
When I don't believe in love
Nothing is real for me
If I don't believe in love
You're getting too close to me
And that's why you have to leave
And that's why you have to leave

If I don't believe in love
If I don't believe in love
If I don't believe in love
Nothing is left for me
If I don't believe in love
You're too good for me

jueves, 26 de febrero de 2009

ME GUSTA...


Un día soleado. Sentarme en el portal de casa y mirar la gente pasar. Inventarme una historia para cada uno, imaginar que es real. Sentir lo que ellos sienten y entenderlo. Cada historia. Mirar sus caras y adivinar a dónde van, qué piensan y qué son. Me gusta.
La noche, Las noches de verano cálidas y apacibles, que te animan a salir y a disfrutarlas. Salir en esas noches, compartirlas con quien quiera hacerlo conmigo y llenarlas de buenas conversaciones y cócktails que las hagan más amenas. Me gusta.
Pasear por la calle abarrotada de gente con el mp3 puesto a todo trapo, darme cuenta de que, como en el vídeo clip de Chemical brothers, la gente parece andar y moverse al ritmo de la música que sólo yo estoy oyendo. Sentirme aisalada en la multitud y observarla desde fuera, como si yo no formase parte de ella. Me gusta.
La banda sonora de una vida. Todos tenemos una banda sonora en nuestras vidas, aunque a veces no nos demos cuenta. La mía empieza con canciones infantiles, como la de casi todos seguramente, y tiene trazos de Flamenco y de música catalana; de Ska y Reggae, de Rock and Roll y de Jazz; de Blues y de música electrónica. De baladas. De Sabina y Serrat... cada momento tiene una música. Recuerdo situaciones y épocas de mi vida que asocio completamente a una canción o a un disco. Me gustan las bandas sonoras que acompañan la vida.
Los olores. El olor de las vacaciones, por ejemplo, es el olor del mar, de la paella y de los chupitos de orujo de hierbas. Las vacaciones huelen a crema bronceadora y a sobremesas que se alargan con estupendas compañías hasta las 5 de la tarde. Las vacaciones huelen a sol y a siesta. Me gusta como huelen las vacaciones.
Me gusta una cama recién hecha y con las sábanas limpias, acurrucarme en ella y respirar hondo mientras siento su suave tacto en el cuerpo. Sentirme feliz y protegida sólo por ése pequeño lujo que es una cama limpia. Y darme cuenta de que la vida es eso: las pequeñísimas, ínfimas cosas que nos hacen sentir bien y que en realidad cuestan muy poco. Como admirar una puesta de sol mientras, sentado en la playa, disfrutas de un Mojito cargadito y miras al horizonte... sientes el rumor de las olas y aspiras profundamente el olor a mar hasta llenarte el último mílimitro de tus pulmones con él. Eso es la felicidad, y es sencillo tenerla.

El viernes por la tarde. Salir de trabajar y experimentar esa sensación de libertad, de dos días por delante para llenar de sonrisas, de sueño, de risas y de descanso. Sensación de libertad relativa pero total. Antagónico, paradójico pero real al mismo tiempo.


Todo eso es la felicidad... y dáte cuenta que sencillo es conseguirla. Sólo tenemos que ser conscientes de ella.

miércoles, 18 de febrero de 2009

EL REFUGIO DEL ALMA


Fumamos marihuana sentados en el suelo del piso. La música Reggae suena sin cesar. El ambiente es cálido y húmedo, lleno de humo denso que nos hace parecer espectros.
Encima del cojín rojo está Claudia, mi mejor amiga. Me mira entre la espesa niebla y me sonríe, sus ojos están medio cerrados y teñidos de un rojo intenso. En su preciosa cara de muñeca se dibuja una sonrisa de boba, de despreocupación. Y es que nada nos preocupa dentro del piso.
Es como nuestro santuario, como el lugar donde nos retiramos del mundanal ruido para pensar, pero no sobre él. Sino sobre nosotros. Es el único sitio donde nos podemos expresar libremente, decir lo que pensamos y sentimos sin tapujos, sin cohibirnos. Y por eso no faltamos ni un solo día.
La Marihuana hace que me siente bien, ligera y tranquila. No pienso en mi jefe, en que esta mañana me ha dicho que mi puesto pende de un hilo porque están haciendo recorte de personal. La crisis. Mierda de crisis que nos está jodiendo a todos. Ni pienso en mi novio, Pablo, que lleva tres días sin contestar a mis llamadas y a mis coreros. Doy una honda calada a mi canuto y me recuesto sobre el cojín, que se me antoja ahora la cama más cómoda del mundo.
Todos los que estamos allí nos sentimos mal con nuestras vidas: a Claudia su madre la echó de casa y ya ni si quiera le habla, porque lleva meses saliendo con un chico negro que no tiene papeles. Ese chico, Ibrahima, está durmiendo a mi lado. Lleva un año en España, y llegó a Barcelona de Senegal después de muchas penurias por nuestra madre patria. Claudia lo conoció en un bar y se enamoró al instante. Es un chico tierno, amable y cordial que se está buscando la vida como puede. Pero eso no todos lo entendemos, como la madre de Claudia. Ahora ella está trabajando por cuatro perras en un bar de camarera, y él toca la kora, una especie de arpa típica de su país, en el metro. Con eso van tirando. Aunque a Claudia su casero ya le ha advertido que no le va a renovar el contrato a menos que no eche del piso a Ibrahima, no quiere tener líos.
Y si nos quitan el piso nos quitan la vida. Porque nuestra vida empieza cuando entramos allí, nos liamos unos porros y dejamos que nuestra mente fluya. Todo lo que hay antes y después de eso es una simple espera hasta el momento de llegar.
Aspiro profundamente una nueva calada y la retengo en los pulmones todo el tiempo que puedo. Ahora me viene a la mente un artículo muy interesante que leí en la cafetería del trabajo mientras comía. Antes me sentaba con mis compañeras, pero un día me di cuenta de que estaban vacías para mí, no me aportaban nada; aunque estuviese con diez de ellas me sentía sola. Así que decidí poner alguna excusa e irme por mi cuenta. Así que leí un artículo sobre una nueva "enfermedad" que está surgiendo en Japón, los "hikikomori", que en japonés significa aislamiento; jóvenes, sobre todo mujeres, que se separan progresivamente de la sociedad hasta aislarse por completo de ella y llegar a vivir recluídos en una casa o en una sola habitación durante años.
Se sienten solos, sienten que no pueden expresarse con nadie, que no hay persona en la faz de la Tierra que tome en cuenta sus opiniones y sus deseos. Y por eso dejan de comunicarse con el mundo.
La sociedad actual, y mucho más la japonesa, nos somete a una enorme presión que influye en nuestros actos y que hace que nos inhibamos de nuestras pulsiones reales, que casi las olvidemos. Es paradójico como en un país como Japón, lleno de movimiento frenético, las personas pueden llegar a sentirse tan vacías e inertes.
Ese artículo me hizo darme cuenta de lo difícil que hemos hecho nuestra existencia, hemos ganado comodidad, pero hemos perdido nuestros deseos, nuestros valores reales, nuestros sentimientos. Un precio demasiado caro...

El porro se ha apagado, busco un mechero y lo enciendo, aspiro profundamente y dejo que los pulmones se llenen de ese aire embriagador y maravilloso, cierro los ojos y lo exhalo despacio... en nuestro refugio siempre tendremos el sitio donde expresarnos, por muy pequeño que sea, hay gente que ni si quiera tiene algo como esto.

No dejen de leerlo:
http://www.magazinedigital.com/reportajes/los_reportajes_de_la_semana/reportaje/pageID/2/cnt_id/2909

viernes, 6 de febrero de 2009

MÁS SABINA, NUNCA ME CANSO




Ésta es la canción de los zapatos
rotos de la gente del montón, la foto de
carné de cualquier hombre, de cualquier
mujer. La carambola que casi salió, la
procesión del Cristo del Furgón de
cola.

Ley de los sin ley, rueda de peones para darle
jaque al rey. El bar de la estación es un
hogar para mi corazón. Y las mujeres miran
y no ven al forastero que no tiene quien lo
espere.

Y el cielo es una plancha de hormigón un
animal con gafas solo ante el televisor. Un
docudrama que termina mal un ángel que
delira en una cama de hospital cantándole a
la luna la canción de cuna de la noche y
los tejados

Carne de cañón Sancho y Don
Quijote, Mortadelo y Filemón. Tienda
"todo a cien" "pagas dos besos y te
llevas tres" Cuatro caminos tiene el porvenir
si me equivoco se equivoca mi destino.

Y el mar es una especie en extinción un
barco a la deriva una lágrima de ron

jueves, 5 de febrero de 2009

ROMEO


Estoy sentado en mi despcho, absorto en unos informes sobre las ventas del último año que acaba de terminar. No queda nadie en la oficina, le dije a mi secretaria que podía ir a casa, he preferido poder analizar todos y cada uno de los datos del informe a solas, sin nadie que me moleste.
Así que en ésas me encuentro cuando de repente oigo un ruido de pasos, una mujer entra en mi despacho. Se trata de una mujer alta, de pelo negro y ojos verdes. Lleva un traje chaqueta de color claro y unos zapatos de tacón altísimos, sus medias transparentes me dejan ver unas piernas bronceadas y esbeltas. Se mueve con gestos elegantes y suaves, sensuales. Su presencia hace que la estancia se llene de un aroma perfumado y penetrante, un olor de rosas intenso me invade los sentidos, por un instante me quedo ensimismado en ella, en sus gestos, casi felinos, en sus profundos ojos y en su olor.
Ella ni siquiera se ha percatado de mi presencia, parece buscar algo, mira al suelo y ni siquiera levanta la cabeza.
- Bssss, bsssssss; Romeo, cielo ¿dónde te has metido?
Entonces lo comprendo todo, y salto de mi butaca disparado.
- ¿Quién eres tú? ¿y qué haces aquí, como has entrado?
Ella me mira con los ojos más abiertos que he visto jamás, parece que me pudiera sumergir en ellos y bucear, como si se tratara de un mar sin fin.
- Yo... estoy buscando a mi gato... - me dice.
La cojo del brazo y aprieto fuerte, quiero que se de cuenta de quién manda aquí.
- ¿A tu gato? ya, como que me la vas a dar con queso, ¿cómo has entrado si la puerta de abajo está cerrada?
- No... estaba abierta, yo sólo he seguido a Romeo, mi gato, mire, debe estar detrás de algún mueble o sillón, si me da sólo un segundo yo...
- ¿Un segundo? sí claro, un segundo para que me robes todo lo que hay aquí, ¿verdad?, ¿te crees que nací ayer?
- No... de verdad, compruébelo usted mismo, está ahí debajo. Bsssss, bsssss... ¡Romeo, cielo, ven aquí!
Mi paciencia se agota, y le aprieto el brazo más furte, ella se queda inmóvil y me mira con esos ojos de mar, intento zafarme de las ideas que me invaden la mente.
- Déjeme, me hace daño... por favor...
Estamos cerca, nuestras respiraciones aceleradas, y en ese instante me doy cuenta de sus labios: pintados de un rojo intenso, aparentan aún más carnosos y voluptuosos de lo que son. Siento una extraña sensación, creo que me estoy enamorando.
Intenta deshacerse de mi presión, pero yo la aprieto contra mí, la cojo de la cintura y busco sus labios, necesito besar esos labios carmesíes que me llaman sin cesar.
No opone resistencia, su boca se abre y me ofrece el sabor más cálido y apacible que he probado en mucho tiempo. Acaricio su cuello y su pelo, y de un empujón, la tumbo en el sofá que hay delante de la ventana. Sus ojos me buscan.
Me tumbo encima de ella y, lentamente, levanto su falda. Su respiración se acelera más todavía cuando hundo mis dedos en ella, despacio al principio y más rápido después.
Hacemos el amor en el sofá como dos adolescentes en celo, y cuando terminamos, escucho un ruidito que proviene de detrás de la estantería en la que guardo los archivos de ventas. Giro la cabeza y veo un gato blanco de ojos azules que sale despacio y ronroneando.
- ¡Romeo!¿Dónde te habías metido, pillín? ven con mami, ¡eres un travieso!
Se baja la falda y se sube las medias, y aún conservando su elegancia en esa situación, se refleja en los cristales de la vistrina para ajustarse el peinado, un poco maltrecho por mi culpa.
Nos miramos, estoy muerto de vergüenza, no sé qué decir, pero decido pedir disculpas por mi reacción.
- Lo siento, yo creía que...
- Sí, me habían dicho que es usted un poco desconfiado, pero no se preocupe, no tiene importancia.
- ¿Quién le ha hablado de mi? ¿acaso me conoce usted?
- Hace poco que me he mudado a los apartamentos de enfrente, soy la esposa del coronel.
- ¿coronel? ¿Es usted la esposa del coronel Martínez de la Guardia Civil?
- Sí. Y nos hemos mudado aquí porque hemos abierto una pequeña cafetería - dice mirando hacia la ventana - ¿lo ve? el local de ahí abajo, El Dulce Despertar, es nuestro.
Mi mente empieza a girar vertiginosamente, la esposa del coronel Martínez...
Ella adivina mis pensamientos y me sonríe - No se preocupe, no hay ningún problema - dice mientras rebusca en su bolso; finalmente me alarga una tarjeta de su local, que yo cojo estupefacto.
- Me ha gustado conocerle, espero verle pronto en la cafetería, podríamos charlar y conocernos mejor, ¿no le parece?
Acto seguido coge al gato en brazos y se encamina hacia la puerta, antes de desaparecer, me mira y me regala una amplia sonrisa que me hace estremecer.
Oigo sus tacones repicar por las escaleras, cada vez más lejanos, y en un momento de lucidez le grito:
- ¡No dude en que la visitaré pronto, pero ni siquiera me ha dicho cómo se llama!
- ¡Me llamo Luz! - la oigo gritar en la lejanía.

Luz... no podía llamarse de otra manera. La Luz que faltaba en mi vida.

martes, 20 de enero de 2009

XANTAL


John sabe que no debería salir, es demasiado tarde y además le duele la cabeza. Pero no lo puede evitar, ella está allí, esperándole, con su precioso camisón de seda rojo transparente y el pelo negro acariciándole esa hermosa cara de muñeca de porcelana; esos ojos verdes a los que no se puede resistir cuando le miran, tan profundos y expresivos que hacen que se quede sin palabras.
John también sabe que no debería ir tanto a verla, aparte de porque su tarifa es cara, porque tiene miedo de estarse enamorando, y no hay nada más inadecuado que enamorarse de una prostituta veterana y acostumbrada a ese tipo de vida. Pero no lo puede evitar, por mucho que lo intente no puede.
Su cabeza le grita que se quede en casa, pero su corazón (y por qué no decirlo, sus partes nobles) le gritan que salga corriendo por la puerta y vaya a ver a Xantal. Hasta su nombre le provoca un escalofrío: Xantal, tan exótico, tan morboso y enigmático. Así que sin pensarlo demasiado, John coge la chaqueta y sale disparado por la puerta, la noche es fría y húmeda, como son las noches de invierno en Barcelona.

Mientras camina hacia su coche y se ajusta la bufanda al cuello, recuerda el día en que la conoció, hace ya más de un año. Estaba él sentado en la barra de un bar cualquiera, un lunes por la tarde, lamentándose de todos los males de su vida e intentando ahogarlos en un vaso de ginebra. De repente sintió un aroma intenso a perfume de rosas, un aroma embriagador, casi más embriagador que la ginebra que se estaba tomando. Se giró despacio y allí estaba Xantal, con los labios más rojos que hubiesen existido jamás, unos enormes ojos que le miraban de arriba abajo y un abrigo de pieles sintético que le otorgaba un porte de señora en decadencia; John no pudo evitar sonreír ante esa imagen pintoresca, a lo que ella respondió con otra enorme sonrisa que le hizo sentir cálido por dentro, no sabe cómo explicarlo, pero cuando vio sus dientes blanquísimos brillar, se olvidó de que su hija hacía tiempo que le odiaba (ni siquiera le cogía el teléfono ya) y de que su mujer le había abandonado para huir con un mozalbete mucho más joven que él, para más inri su entrenador personal en el gimnasio, de película, vamos.
Xantal, sin mediar palabra, se sentó junto a él en el taburete de al lado y pidió un gin-tonic mientras encendía un cigarrillo. Bebieron y hablaron y volvieron a beber hasta que el camarero les dijo que era tarde ya, tenía que cerrar. Así que decidieron seguir su fiesta personal en algún otro bar de mala muerte donde les acogiesen, no importaba mientras tuviesen alcohol a expensas.
Y así siguieron, charlando de todo y de nada, abriéndose mutuamente el uno al otro, sin pensar en el qué dirán, sin miedo a ser juzgados. Aquel día se conocieron sin tapujos, tal como era cada uno de ellos, sin fingir y sin esconder nada, siendo transparentes de forma absoluta. Y ambos entendieron la suerte que habían tenido de encontrarse, entendieron que no es fácil conocer a tu homólogo en esta vida, esa persona con la que puedes ser tú mismo, sin necesidad de aderezos ni disfraces, esencia pura de uno mismo. Y nada más importó a partir de entonces.
A John no le importó saber que Xantal era prostituta, ni enterarse de que tenía una hija (no sabía quién era el padre). La aceptó tal y como era precisamente por lo que era.
Él jamás le pidió que dejase su trabajo, ni ella le preguntó por qué siempre tenía un semblante triste y abatido. Todo daba igual cuando estaban juntos, cuando se sentaban en cualquier sitio y charlaban. No podían hacer eso de la misma forma con nadie, nadie les hacía sentir igual.

Así que John, ya a mandos de su coche, no puede dejar de sonreír mientras piensa en lo afortunado que es, en lo mucho que la quiere y en lo que le llena solamente su mirada, solamente su sonrisa. No le importa tener que pagar por estar con ella (únicamente cuando quiere tener sexo, pueden charlar durante horas y ella no le cobra), sabe que emplea bien el dinero en el cuidado de su hija. Su sonrisa se vuelve más amplia y el pie pisa inconscientemente el acelerador del coche.


Ya ha llegado al club, las luces de neón rompen la oscuridad con llamaradas que parecen relámpagos. John aparca el coche y corre hacia la entrada, allí está Xantal, sentada sobre una butaca roja, fumándose un pitillo y observando por la ventana. Cuando él entra, le mira y le sonríe. No hace falta decir nada, ni siquiera un “hola”, con sus miradas y sus sonrisas les basta. Ella apaga el cigarro, le coge de la mano y le besa dulcemente en los labios. Despacio, lo guía hacia el piso superior, donde está su habitación. Su paraíso, lleno de luces tenues y de sedas carmesíes, allí donde John es capaz de olvidar todos los males de este mundo sólo con una caricia, con un beso o incluso con un susurro.

Se tumban en la cama, John cierra los ojos mientras ella le dice al oído que lo ha echado de menos, que estaba deseando verle otra vez. Un cosquilleo recorre su espina dorsal y sus músculos se relajan, se siente plenamente feliz. Xantal es su salvavidas y él a su vez, lo es de Xantal. Porque nacieron conectados, y han tenido la enorme suerte de encontrarse el uno al otro.

jueves, 15 de enero de 2009

QUÉ FRÍO HACE...


Pues sí, será este frío lo que me inspiró el relato de ayer... y como muestra, un botón. (La Seu D'Urgell, Lleida.)


Y aquí os presento a Leo, a ella le da igual el frío, porque mientras algunas nos vamos a trabajar, ella se queda tan ancha durmiendo encima de la manta... las hay que nacen con suerte. :-D

Saludos a todo@s!!!!

martes, 13 de enero de 2009

PÁJAROS EN LA CABEZA


Sus ojos se cerraron y una lágrima resbaló por su mejilla sonrosada a causa del frío. El frío se le había metido en el cuerpo desde el primer día que llegó allí, al segundo de haberse apeado del tren, su alma se enfrió hasta congelarse y volverse como el hielo: dura y fría. Así era ella desde que llegó, cuánto había cambiado.
Antes era una muchacha risueña, feliz y dicharachera que reía con facilidad y que tendía a ver la vida de rosa. Recordó sus años en el colegio, con sus amigas. Llegar a casa llena de energía y encontrar el bienestar del hogar materno, el calor y el abrigo del hogar materno.
Intentó apartar esos pensamientos de su mente, echarlos sin miramientos. Si de algo le habían servido sus años allí, a parte de volverla fría como un témpano, había sido para no pensar demasiado en el pasado, el pasado es pasado y hay que mirar adelante, sin volver la vista atrás. Y así lo había hecho desde que llegó allí, abandonando su infancia y su felicidad. Pero había días demasiado fríos, que no le dejaban apartar del todo esas ideas nostálgicas de su cabeza. Pájaros en la cabeza. Él siempre le decía que tenía la cabeza llena de pájaros, que se dejase de tonterías. A veces pensaba que tenía razón. Otras no. Pero jamás le rechistaba, jamás le decía nada. Porque le daba miedo.

No sabía con certeza si había sido él quien había acelerado el proceso de enfriar su alma, su corazón y su mente. Cuando lo pensaba llegaba a la conclusión de que había sido un proceso casi químico, tangible. Como un experimento de los que se hacen en un laboratorio, de forma controlada y delante de un puñado de estudiantes curiosos por el resultado. A veces se preguntaba si él era su estudiante y profesor a la vez, el que instó ese proceso y al mismo tiempo el que observa desde la distancia como sucede, y al que le encanta ver y admirar su obra. Y ella, su conejillo de indias.
Otras veces buscaba un aliciente, una salida o vía de escape que le diese fuerzas para levantarse cada mañana dentro de esa burbuja helada que era su vida. Sólo sus hijos le daban esa fuerza, pero había días que ni si quiera ellos.
Al principio de compartir su vida con él parecía diferente, pero poco a poco fue cambiando, dando lo peor de él y haciendo que ella guardase lo mejor muy adentro, tanto que ni ella misma recordaba si lo había tenido alguna vez. Era difícil discernir entre sus pensamientos reales y los que él quería que pensara, ni siquiera se daba cuenta de la enorme influencia que tenía en todos y cada uno de sus actos, en todas y cada una de sus palabras. Sólo durante ciertos momentos de lucidez, como éste, que sólo le servían para darse cuenta de que era una cobarde, para deprimirla y hundirla más aún, para creer que había perdido todo: su vida, su personalidad, su alma y todo su ser. Y nunca decidió entregárselo a él; de hecho él ni siquiera le pidió permiso jamás. Ni para adueñarse de su esencia ni para todo lo demás.

De repente oyó un grito que venía de la casa, era él, que reclamaba su presencia para alguna tarea absurda, como por ejemplo servir una cerveza o preparar algo de comer. Y ella tenía que ir, ni siquiera lo dudó.
Antes de secarse la lágrima que resbalaba por su mejilla sonrosada y encaminarse hacia casa, oyó a lo lejos como le gritaba que se dejara de elucubraciones y fuese corriendo, que se quitara esos pájaros de la cabeza.
Y ella abrió su mente, soltó los pájaros y todos los pensamientos que había tenido durante los últimos minutos dentro de su cabeza, y se encaminó ligera hacia la casa.

jueves, 8 de enero de 2009

QUE VIENE Y VA... COMO LA VIDA Y COMO EL MAR, SE MUEVE


Nuevo año, año recién estrenado. No nos ha tocado el gordo ni el niño. Pero seguimos aquí, que ya es mucho. Época de nuevos propósitos: dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender algún idioma...y para muchos de por aquí, época de "virgencita que me quede como estoy", y es que con este panorama no es para menos.
Y para mí, época de nuevas experiencias totalmente inesperadas. Recuperar personas, qué bonito. No hay nada mejor que recuperar lo perdido, y qué bello es si se trata de personas que antaño fueron importantes. Esas personas que a veces el destino hace que guardes en la habitación del olvido, aunque fuera sin querer. Pero como ya dije, nunca hay que cerrar esa habitación.
A veces se abre sola, como me ha pasado a mí. Y te sorprende. Porque te hace darte cuenta de que el destino puede llegar a ser muy cruel, pero otras, en contrapartida, puede ser amable y tierno. Una de cal y otra de arena. O al menos cuatro de cal y una de arena, que ya es mucho.
Y es sólo entonces cuando te das cuenta de lo que mucho que contaron esas personas para tí en una época de tu vida, de lo que llegasteis a compartir... momentos felices; tantas risas, tantas penas. Y únicamente ahí ves que realmente no las olvidaste nunca, que siempre estuvieron ahí, escondidos, guardados en un rincón de tu ser.
¿Será cosa del destino? ¿o quizá hice algo para que los acontecimientos se sucedieran así? Hace reflexionar. ¿Realmente las cosas están escritas, tenemos cada uno de nosotros un guión de vida? ¿o cada acto cuenta? ¿está de alguna manera en nuestras manos lo que nos sucedede mientras estamos en este mundo?. Estoy segura de que no soy ni mucho menos la primera persona que se hace estas preguntas, ni por supuesto seré la última.
Es difícil de responder, aunque yo apuesto porque debemos luchar por lo que creemos, y muchas veces lo hacemos incluso sin darnos cuenta. Doy gracias porque así sea.

En el fondo jamás estamos solos, en esta larga travesía siempre nos quedará alguien al lado, apoyándonos.
Aunque a veces ni siquiera sabemos que está ahí.

Giren la cabeza y paren un momento para mirar a los ojos a todos aquellos que nos rodean sin saberlo, a todos aquellos que nos apoyan y nos quieren. Y den gracias por ello, porque las merecen.

Espero que el 2009 sea un maravilloso año para tod@s, de todo corazón.