viernes, 27 de marzo de 2009

SABOR A CANELA


Me recosté en la butaca, todavía me dolía la cabeza del alborotado día que había tenido. Pero por fin había terminado, por fin. Ahora, después de un largo baño con sales en el jacuzzi del hotel (de algo tiene que servir estar siempre de viaje por el trabajo), me disponía a tomar un whisky con hielo de minibar, y a escuchar algo de música relajante. Di el primer trago de whisky, que me supo a gloria: el antídoto contra todos mis males. Decidí aumentar el momento de relajación al máximo exponente, así que me levanté de la butaca y rebusqúé en mi neceser, buscaba la mascarilla de té rojo, que tanto me refrescaba y me ayudaba a entrar en ese estado de semi-nirvana. Me la apliqué suavemente en el rostro, y me quité el albornoz. Estaba completamente desnuda delante del espejo con la mascarilla puesta, me examiné a fondo. -En el fondo no está mal- pensé mientras escrutaba cada centímetro de mi piel. Mis piernas no eran largas como las de una modelo, pero si esbltas, capaces de lucir sin ningún problema una buena minifalda. Una de las partes de mí que más me gustaban era mi vientre: era plano y duro, fruto de las repetidas series de abdominales que acostumbraba a hacer en el gimnasio. Los pechos eran pequeños, pero debido a eso, siempre estaban mirando hacia arriba, tersos y turgentes, seguían estando igual que cuando tenía 18 años. La verdad es que el conjunto me gustaba, me sentía sexy allí desnuda delante del espejo. Mi cintura era estrecha pero a la vez mis caderas eran anchas (se me pasó por la cabeza que, aunque ahora se llevan los prototipos de mujer más bien rectos, en otra época hubiese sido el modelo ideal. Sólo había que echar un vistazo a mis caderas para darse cuenta de mi potencial de fertilidad); de todos modos a mí me gustaba ser una mujer con curvas. Y me constaba - y me consta todavía- que a la mayoría de los hombres también.

Salí del lavabo todavía desnuda y me tumbé en la cama con el vaso de whisky en la mano, la música me hacía sentir en paz, en calma. Di otro sorbo de mi bebida, y exhalé todo el aire que me quedaba en los pulmones. Poco a poco la mente se fue vaciando hasta quedar sólo pensamientos primarios, básicos. Me sentía atontada por el whisky, pero me serví otro. Ahora abrí la ventana de la habitación y salñi fuera.

Eran más d elas 12 de la noche, el cielo de Argel estaba despejado y las estrellas parecían un montón de pequeñas luciérnagas jueguetonas que bailaban en el firmamento. Mi balcón daba a la piscina del hotel, y allá al horizonte, se apreciaba el mar. Se sentía una brisa cálida que hacía que la noche fuese de lo más apacible, así que no reparé demasiado en mi desnudez. Cogí una silla y me senté bebiendo sorbo tras sorbo de mi ya tercer vaso de whisky, era realmente estupendo estar allí, por ese rato me sentí en el paraíso, conseguí olvidar mi mal día y el hecho de estar sola en un país extrangero como aquél. Un sonido de pasos me sacó de mis pensamientos, había alguien moviéndose debajo de mi balcón, no conseguía verlo, pero se notaba una presencia, se sentían sus pasos y movimientos. Entonces me di cuenta de que estaba totalmente desnuda, entré rápido a la habitación para ponerme de nuevo el albornoz. Me sentí asustada por la presencia desconocida a esas horas de la noche, me tranquilicé interiormente convenciéndome a mí misma de que sería personal del hotel, o simplemente algún animal que paseaba por el jardín. Me di la vuelta para salir de nuevo al balcón y coger mi vaso de whisky, pero al hacerlo me quedé petrificada. Alguien había entrado en mi habitación, desde el jardín no era demasiado difícil entrar a mi cuarto, dado que estaba en la planta baja del hotel. Maldije mi miedo a las alturas que me había llevado a pedir la habitación de la planta baja.
Se trataba de un hombre, era alto y delgado, esbelto. Su piel era morena y sus rasgos duros. Tenía una nariz egipica, y los ojos más bellos y profundos que jamás había visto. Ojos negros como el azabache, como la noche que bañaba ese exótico país. El brillo que emitían me dejó anonadada, incapaz de articular palabra, me quedé parada delante de él, sin poder apartar sus ojos de los míos. En su bello rostro se dibujó una amplia sonrisa de blancos dientes. Él me miro de arriba a abajo. Entonces me di cuanta: llevaba el albornoz desabrochado; lo anudé rápidamente.

Él se acercó sin dejar de sonreír y me acarició la cara. De cerca era todavía más bello. No podía moverme, ese hombre tenía sobre mí un efecto inhibidor de la propia voluntad, me sumía en un estado de hipnsois en el que sólo pensaba en ser poseída por él. Deseaba hacer el amor allí mismo, no me importaba quién fuese ni por qué estaba allí, sólo lo deseaba, era el deseo más ardiente que me había recorrido en el vida. Puro deseo, pura pasión, el sexo por el sexo.

Sus caricias fueron bajande de la cara al cuello, tan suaves, tan ardientes; me pesaban los párpados y mi mente no pensaba con claridad, me entrgué totalmente a él, no me importaba lo que hiciese conmigo. Cerré los ojos para sentir aún más su tacto, empecé a sentir un calor incontenible que me subía por el estomágo y estallaba en las sienes, notaba sus ágiles manos recorriendo mi cuerpo, desanudando mi albornoz, dejando que cayese al suelo para descubrir ante él toda mi desnudez. Su aliento olía a néctar y a fruta, lo sentí mientras iba recorriendo con sus labios los míos, mientras rehacía el camino hecho con sus manos, pero esta vez con su boca.
Sin mediar palabra, me recostó sobre la cama, yo lo miré a los ojos y deseé que se tumbase a mi lado, para acariciar su esbelto y moreno cuerpo, para recorrerlo como él había hecho conmigo: despacio, anhelando y disfrutando de todo su sabor. Se me antojó que su aroma debía de ser de canela, parecido a los dulces recién salidos del horno. Quise comprobarlo por mi misma y descubrí así que era todavía mejor. Hicimos el amor durante horas de la forma más salvaje y sensual que jamás había hecho, y que jamás volvería a hacer.

Me desperté por el frío, estaba tumbada en la cama, seguía desnuda y a mi lado no había nadie. Por un momento creí que había sido un sueño, quizá me había dormido y lo había imaginado todo. Me levanté para ir al lavabo, y entonces vi algo encima de la mesita de noche: había una nota, no recordaba que estuviese allí antes. La leí:

Querida, gracias por este maravilloso rato, espero que el destino nos vuelva a reunir algún día, mientras, recuérdame siempre, igual que yo te recordaré a tí


Han pasado muchos años ya, entonces yo tenía 29 y ahora se me considera una anciana; no revelaré este dato, ya que una dama jamás dice su edad.
No supe su nombre nunca, ni siquiera oí su voz. Pero no he sido capaz de olvidarlo. Me casé, tuve hijos y una vida feliz, pero no he le he podido olvidar. A veces, en la soledad de mi dormitorio, la mente se me inunda de nuevo con él, con su aroma y con su tacto, con su belleza egipcia.
Y la habitación parece llenarse de una fragancia a canela tostada.

6 comentarios:

Cossio dijo...

ah!! eres perfecta!!! escribes tan bien, tienes todo perfectamente bien!! el dái que publiques tu libro y quieras la portada yo levangto la mano... jeje.. es que eres sublime!! me ha ENCANTADO!!

besos.... hermosa!!

Kike LK dijo...

Muy interesante, me gusta como escribes, estoy convencido de que hay algo de auto biografico en todo lo que escribes.
Un beso!

Giovanni-Collazos dijo...

Me agrada tu prosa... y tu poesía.

Te he estado leyendo silenciosamente y en esta ocasión dejo aquí, mi huella.

Un saludo.

Gio.

Kuny dijo...

Os agradezco a todos vuestra vista! encantada de teneros por aquí, lo sabéis. :-)
Os mando un besazo.

Y Gio, me gusta saber que, aunque no hayan muchos comentarios, hay gente que me lee y que le gusta. Espero verte por aquí más a menudo, saludos!!!

Mixha Zizek dijo...

Kuny,
Ya me tocaba leerte, muy sensual y sublime a la vez,me ha gustado mucho tu relato, el final me gustó muchísimo ese juego sinestesico y esa profundidad al emarcar el recuerdo dentro del deseo, me encantó, besos

p. Yulep Rikschîjin *live* dijo...

he tenido la ispiracion de desplazarme con ti hacia Casablanca, para un viaje aventuroso y romantico, a caza de otro momentos simples como estos.

Encantado