martes, 20 de enero de 2009

XANTAL


John sabe que no debería salir, es demasiado tarde y además le duele la cabeza. Pero no lo puede evitar, ella está allí, esperándole, con su precioso camisón de seda rojo transparente y el pelo negro acariciándole esa hermosa cara de muñeca de porcelana; esos ojos verdes a los que no se puede resistir cuando le miran, tan profundos y expresivos que hacen que se quede sin palabras.
John también sabe que no debería ir tanto a verla, aparte de porque su tarifa es cara, porque tiene miedo de estarse enamorando, y no hay nada más inadecuado que enamorarse de una prostituta veterana y acostumbrada a ese tipo de vida. Pero no lo puede evitar, por mucho que lo intente no puede.
Su cabeza le grita que se quede en casa, pero su corazón (y por qué no decirlo, sus partes nobles) le gritan que salga corriendo por la puerta y vaya a ver a Xantal. Hasta su nombre le provoca un escalofrío: Xantal, tan exótico, tan morboso y enigmático. Así que sin pensarlo demasiado, John coge la chaqueta y sale disparado por la puerta, la noche es fría y húmeda, como son las noches de invierno en Barcelona.

Mientras camina hacia su coche y se ajusta la bufanda al cuello, recuerda el día en que la conoció, hace ya más de un año. Estaba él sentado en la barra de un bar cualquiera, un lunes por la tarde, lamentándose de todos los males de su vida e intentando ahogarlos en un vaso de ginebra. De repente sintió un aroma intenso a perfume de rosas, un aroma embriagador, casi más embriagador que la ginebra que se estaba tomando. Se giró despacio y allí estaba Xantal, con los labios más rojos que hubiesen existido jamás, unos enormes ojos que le miraban de arriba abajo y un abrigo de pieles sintético que le otorgaba un porte de señora en decadencia; John no pudo evitar sonreír ante esa imagen pintoresca, a lo que ella respondió con otra enorme sonrisa que le hizo sentir cálido por dentro, no sabe cómo explicarlo, pero cuando vio sus dientes blanquísimos brillar, se olvidó de que su hija hacía tiempo que le odiaba (ni siquiera le cogía el teléfono ya) y de que su mujer le había abandonado para huir con un mozalbete mucho más joven que él, para más inri su entrenador personal en el gimnasio, de película, vamos.
Xantal, sin mediar palabra, se sentó junto a él en el taburete de al lado y pidió un gin-tonic mientras encendía un cigarrillo. Bebieron y hablaron y volvieron a beber hasta que el camarero les dijo que era tarde ya, tenía que cerrar. Así que decidieron seguir su fiesta personal en algún otro bar de mala muerte donde les acogiesen, no importaba mientras tuviesen alcohol a expensas.
Y así siguieron, charlando de todo y de nada, abriéndose mutuamente el uno al otro, sin pensar en el qué dirán, sin miedo a ser juzgados. Aquel día se conocieron sin tapujos, tal como era cada uno de ellos, sin fingir y sin esconder nada, siendo transparentes de forma absoluta. Y ambos entendieron la suerte que habían tenido de encontrarse, entendieron que no es fácil conocer a tu homólogo en esta vida, esa persona con la que puedes ser tú mismo, sin necesidad de aderezos ni disfraces, esencia pura de uno mismo. Y nada más importó a partir de entonces.
A John no le importó saber que Xantal era prostituta, ni enterarse de que tenía una hija (no sabía quién era el padre). La aceptó tal y como era precisamente por lo que era.
Él jamás le pidió que dejase su trabajo, ni ella le preguntó por qué siempre tenía un semblante triste y abatido. Todo daba igual cuando estaban juntos, cuando se sentaban en cualquier sitio y charlaban. No podían hacer eso de la misma forma con nadie, nadie les hacía sentir igual.

Así que John, ya a mandos de su coche, no puede dejar de sonreír mientras piensa en lo afortunado que es, en lo mucho que la quiere y en lo que le llena solamente su mirada, solamente su sonrisa. No le importa tener que pagar por estar con ella (únicamente cuando quiere tener sexo, pueden charlar durante horas y ella no le cobra), sabe que emplea bien el dinero en el cuidado de su hija. Su sonrisa se vuelve más amplia y el pie pisa inconscientemente el acelerador del coche.


Ya ha llegado al club, las luces de neón rompen la oscuridad con llamaradas que parecen relámpagos. John aparca el coche y corre hacia la entrada, allí está Xantal, sentada sobre una butaca roja, fumándose un pitillo y observando por la ventana. Cuando él entra, le mira y le sonríe. No hace falta decir nada, ni siquiera un “hola”, con sus miradas y sus sonrisas les basta. Ella apaga el cigarro, le coge de la mano y le besa dulcemente en los labios. Despacio, lo guía hacia el piso superior, donde está su habitación. Su paraíso, lleno de luces tenues y de sedas carmesíes, allí donde John es capaz de olvidar todos los males de este mundo sólo con una caricia, con un beso o incluso con un susurro.

Se tumban en la cama, John cierra los ojos mientras ella le dice al oído que lo ha echado de menos, que estaba deseando verle otra vez. Un cosquilleo recorre su espina dorsal y sus músculos se relajan, se siente plenamente feliz. Xantal es su salvavidas y él a su vez, lo es de Xantal. Porque nacieron conectados, y han tenido la enorme suerte de encontrarse el uno al otro.

jueves, 15 de enero de 2009

QUÉ FRÍO HACE...


Pues sí, será este frío lo que me inspiró el relato de ayer... y como muestra, un botón. (La Seu D'Urgell, Lleida.)


Y aquí os presento a Leo, a ella le da igual el frío, porque mientras algunas nos vamos a trabajar, ella se queda tan ancha durmiendo encima de la manta... las hay que nacen con suerte. :-D

Saludos a todo@s!!!!

martes, 13 de enero de 2009

PÁJAROS EN LA CABEZA


Sus ojos se cerraron y una lágrima resbaló por su mejilla sonrosada a causa del frío. El frío se le había metido en el cuerpo desde el primer día que llegó allí, al segundo de haberse apeado del tren, su alma se enfrió hasta congelarse y volverse como el hielo: dura y fría. Así era ella desde que llegó, cuánto había cambiado.
Antes era una muchacha risueña, feliz y dicharachera que reía con facilidad y que tendía a ver la vida de rosa. Recordó sus años en el colegio, con sus amigas. Llegar a casa llena de energía y encontrar el bienestar del hogar materno, el calor y el abrigo del hogar materno.
Intentó apartar esos pensamientos de su mente, echarlos sin miramientos. Si de algo le habían servido sus años allí, a parte de volverla fría como un témpano, había sido para no pensar demasiado en el pasado, el pasado es pasado y hay que mirar adelante, sin volver la vista atrás. Y así lo había hecho desde que llegó allí, abandonando su infancia y su felicidad. Pero había días demasiado fríos, que no le dejaban apartar del todo esas ideas nostálgicas de su cabeza. Pájaros en la cabeza. Él siempre le decía que tenía la cabeza llena de pájaros, que se dejase de tonterías. A veces pensaba que tenía razón. Otras no. Pero jamás le rechistaba, jamás le decía nada. Porque le daba miedo.

No sabía con certeza si había sido él quien había acelerado el proceso de enfriar su alma, su corazón y su mente. Cuando lo pensaba llegaba a la conclusión de que había sido un proceso casi químico, tangible. Como un experimento de los que se hacen en un laboratorio, de forma controlada y delante de un puñado de estudiantes curiosos por el resultado. A veces se preguntaba si él era su estudiante y profesor a la vez, el que instó ese proceso y al mismo tiempo el que observa desde la distancia como sucede, y al que le encanta ver y admirar su obra. Y ella, su conejillo de indias.
Otras veces buscaba un aliciente, una salida o vía de escape que le diese fuerzas para levantarse cada mañana dentro de esa burbuja helada que era su vida. Sólo sus hijos le daban esa fuerza, pero había días que ni si quiera ellos.
Al principio de compartir su vida con él parecía diferente, pero poco a poco fue cambiando, dando lo peor de él y haciendo que ella guardase lo mejor muy adentro, tanto que ni ella misma recordaba si lo había tenido alguna vez. Era difícil discernir entre sus pensamientos reales y los que él quería que pensara, ni siquiera se daba cuenta de la enorme influencia que tenía en todos y cada uno de sus actos, en todas y cada una de sus palabras. Sólo durante ciertos momentos de lucidez, como éste, que sólo le servían para darse cuenta de que era una cobarde, para deprimirla y hundirla más aún, para creer que había perdido todo: su vida, su personalidad, su alma y todo su ser. Y nunca decidió entregárselo a él; de hecho él ni siquiera le pidió permiso jamás. Ni para adueñarse de su esencia ni para todo lo demás.

De repente oyó un grito que venía de la casa, era él, que reclamaba su presencia para alguna tarea absurda, como por ejemplo servir una cerveza o preparar algo de comer. Y ella tenía que ir, ni siquiera lo dudó.
Antes de secarse la lágrima que resbalaba por su mejilla sonrosada y encaminarse hacia casa, oyó a lo lejos como le gritaba que se dejara de elucubraciones y fuese corriendo, que se quitara esos pájaros de la cabeza.
Y ella abrió su mente, soltó los pájaros y todos los pensamientos que había tenido durante los últimos minutos dentro de su cabeza, y se encaminó ligera hacia la casa.

jueves, 8 de enero de 2009

QUE VIENE Y VA... COMO LA VIDA Y COMO EL MAR, SE MUEVE


Nuevo año, año recién estrenado. No nos ha tocado el gordo ni el niño. Pero seguimos aquí, que ya es mucho. Época de nuevos propósitos: dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender algún idioma...y para muchos de por aquí, época de "virgencita que me quede como estoy", y es que con este panorama no es para menos.
Y para mí, época de nuevas experiencias totalmente inesperadas. Recuperar personas, qué bonito. No hay nada mejor que recuperar lo perdido, y qué bello es si se trata de personas que antaño fueron importantes. Esas personas que a veces el destino hace que guardes en la habitación del olvido, aunque fuera sin querer. Pero como ya dije, nunca hay que cerrar esa habitación.
A veces se abre sola, como me ha pasado a mí. Y te sorprende. Porque te hace darte cuenta de que el destino puede llegar a ser muy cruel, pero otras, en contrapartida, puede ser amable y tierno. Una de cal y otra de arena. O al menos cuatro de cal y una de arena, que ya es mucho.
Y es sólo entonces cuando te das cuenta de lo que mucho que contaron esas personas para tí en una época de tu vida, de lo que llegasteis a compartir... momentos felices; tantas risas, tantas penas. Y únicamente ahí ves que realmente no las olvidaste nunca, que siempre estuvieron ahí, escondidos, guardados en un rincón de tu ser.
¿Será cosa del destino? ¿o quizá hice algo para que los acontecimientos se sucedieran así? Hace reflexionar. ¿Realmente las cosas están escritas, tenemos cada uno de nosotros un guión de vida? ¿o cada acto cuenta? ¿está de alguna manera en nuestras manos lo que nos sucedede mientras estamos en este mundo?. Estoy segura de que no soy ni mucho menos la primera persona que se hace estas preguntas, ni por supuesto seré la última.
Es difícil de responder, aunque yo apuesto porque debemos luchar por lo que creemos, y muchas veces lo hacemos incluso sin darnos cuenta. Doy gracias porque así sea.

En el fondo jamás estamos solos, en esta larga travesía siempre nos quedará alguien al lado, apoyándonos.
Aunque a veces ni siquiera sabemos que está ahí.

Giren la cabeza y paren un momento para mirar a los ojos a todos aquellos que nos rodean sin saberlo, a todos aquellos que nos apoyan y nos quieren. Y den gracias por ello, porque las merecen.

Espero que el 2009 sea un maravilloso año para tod@s, de todo corazón.