viernes, 21 de noviembre de 2008

Poesías cantadas - El amor de la Cibeles



Llegó con su espada de madera
y zapatos de payaso a comerse la ciudad.
Compró suerte en Doña Manolita
y al pasar por La Cibeles
quiso sacarla a bailar
un vals,como dos enamorados y dormirse acurrucados
a la sombra de un león.
Qué tal, estoy sola y sin marido
gracias por haber venido a
abrigarme el corazón.
Ayer, a la hora de la cena
descubrieron que faltaba
el interno dieciseis
tal vez disfrazado de enfermero
se escapó de cien posuelos
con su capirote de papel.
A su estatua preferida
un anillo de pedida
le mangó en El Corte Inglés.
Con él, en el dedo al día siguiente
ví a la novia de la gente
que lo vino a detener.
Cayó como un pájaro del árbol
cuando sus labios de mármol
lo obligaron a soltar.
Quedó, un taxista que pasaba
mudo al ver como empezaba La Cibelesa llorar
y chocó contra el banco central,
y chocó contra el banco central.
y chocó contra el banco.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

BARCELONA


Salgo de casa a eso de las 12 del mediodía, me dirijo a las Ramblas de Barcelona, he quedado allí para dar un paseo y disfrutar del maravilloso encanto tumultoso que rodea a esa ciudad. El murmullo de los pasos confundiéndose con el de los coches, autobuses y demás vehículos que atraviesan la Plaza de Catalunya y pasan por Portal de l'Àngel o entran directamente en las Ramblas. La gente amontonada caminando a la vez, cuando el muñequito del semáforo indica el color verde, mirándose sin verse y percatándose de la presencia del resto, pero sin sentirla. Sin pensar si quiera en que en cada uno de ellos, en cada persona que se mueve entre la masa humana, hay una historia, y nos la cuenta con su mirada, con su expresión, con esa media sonrisa que se nos dibuja en la cara cuando, por algún motivo, nos sentimos felices o afortunados.

A veces pasamos al lado de alguien sin ni siquiera sentir que existe, que es otra pequeña pieza del universo y que, como todo lo que hay en él, juega un papel importante y hace que el engranaje siga girando, o quizá incluso determine el sentido en el que lo haga.

Así que me decido a mirar a la gente, a observar sus ojos, su sonrisa y su expresión. Y levanto la cabeza y la mirada y me encuentro con niños felices que corren disfrutando del hermoso día, señoras que hablan paradas en la calle sobre cómo se encuentran, sobre lo que van a cocinar hoy para comer y sobre las ofertas que hay en el Mercat de la Boquería. Encuentro también adolescentes que pasan caminando como si flotasen, ausentes y concentrados en la música de su mp3. Y abuelitas que caminan despacio, algunas en grupos de dos o tres, otras cogidas de la mano de su anciano marido, charlando y observando lo que les rodea, como si todavía se tuviesen que acabar de acostumbrar a los enormes y repentinos cambios que ha sufrido la ciudad que les vio crecer en tan poco tiempo.

Bajo por las Ramblas y empiezo a encontrarme con las famosas "estatuas humanas" cada una más original y trabajada que la anterior, con sus disfraces y maquillajes perfectos. Ahora se me dibuja a mí en el rostro esa sonrisa de felicidad interior, se respira esencia de Barcelona, y me encanta.

Sigo caminando y empiezo a sentir el aroma a mar, la humedad y la brisa delatan que el puerto está cerca; se me antoja llegar hasta él y pasear por el Passeig Marítim, para cerrar ya la mini-excursión que he improvisado mientras espero a que sea la hora acordada de mi cita. Así que sin pensarlo mucho bajo hasta tener la estatua de Colón ante mí, y el puente que lleva hasta el Maremágnum. Como acostumbra a pasar los sábados, han dispuesto varias paraditas de venta ambulante; todo tipo de libros, discos, figuras y pósters antiguos se venden o intercambian aquí, incluso joyas. En algunos ejemplares hay dedicatorias de algún desconocido para su amada o amigo, toda una mirada al pasado. Me hace sentir una especie de nostalgia inexplicable, pensar que algo que valoras sentimentalmente mucho puede acabar, después de medio siglo, en manos de un desconocido absoluto se me antoja romántico y triste a la vez. Vuelvo a sentir esa esencia embriagadora, y la sonrisa se intensifica, esta ciudad me hace reflexionar, activa mis pensamientos.

Ya es la hora, debo empezar a subir, seguramente me estarán esperando. Hay que ver qué rápido pasa el tiempo cuando lo disfrutas. Y a mí Barcelona, por mucho que me la conozca, siempre me seguirá sorprendiendo.