viernes, 21 de noviembre de 2008

Poesías cantadas - El amor de la Cibeles



Llegó con su espada de madera
y zapatos de payaso a comerse la ciudad.
Compró suerte en Doña Manolita
y al pasar por La Cibeles
quiso sacarla a bailar
un vals,como dos enamorados y dormirse acurrucados
a la sombra de un león.
Qué tal, estoy sola y sin marido
gracias por haber venido a
abrigarme el corazón.
Ayer, a la hora de la cena
descubrieron que faltaba
el interno dieciseis
tal vez disfrazado de enfermero
se escapó de cien posuelos
con su capirote de papel.
A su estatua preferida
un anillo de pedida
le mangó en El Corte Inglés.
Con él, en el dedo al día siguiente
ví a la novia de la gente
que lo vino a detener.
Cayó como un pájaro del árbol
cuando sus labios de mármol
lo obligaron a soltar.
Quedó, un taxista que pasaba
mudo al ver como empezaba La Cibelesa llorar
y chocó contra el banco central,
y chocó contra el banco central.
y chocó contra el banco.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

BARCELONA


Salgo de casa a eso de las 12 del mediodía, me dirijo a las Ramblas de Barcelona, he quedado allí para dar un paseo y disfrutar del maravilloso encanto tumultoso que rodea a esa ciudad. El murmullo de los pasos confundiéndose con el de los coches, autobuses y demás vehículos que atraviesan la Plaza de Catalunya y pasan por Portal de l'Àngel o entran directamente en las Ramblas. La gente amontonada caminando a la vez, cuando el muñequito del semáforo indica el color verde, mirándose sin verse y percatándose de la presencia del resto, pero sin sentirla. Sin pensar si quiera en que en cada uno de ellos, en cada persona que se mueve entre la masa humana, hay una historia, y nos la cuenta con su mirada, con su expresión, con esa media sonrisa que se nos dibuja en la cara cuando, por algún motivo, nos sentimos felices o afortunados.

A veces pasamos al lado de alguien sin ni siquiera sentir que existe, que es otra pequeña pieza del universo y que, como todo lo que hay en él, juega un papel importante y hace que el engranaje siga girando, o quizá incluso determine el sentido en el que lo haga.

Así que me decido a mirar a la gente, a observar sus ojos, su sonrisa y su expresión. Y levanto la cabeza y la mirada y me encuentro con niños felices que corren disfrutando del hermoso día, señoras que hablan paradas en la calle sobre cómo se encuentran, sobre lo que van a cocinar hoy para comer y sobre las ofertas que hay en el Mercat de la Boquería. Encuentro también adolescentes que pasan caminando como si flotasen, ausentes y concentrados en la música de su mp3. Y abuelitas que caminan despacio, algunas en grupos de dos o tres, otras cogidas de la mano de su anciano marido, charlando y observando lo que les rodea, como si todavía se tuviesen que acabar de acostumbrar a los enormes y repentinos cambios que ha sufrido la ciudad que les vio crecer en tan poco tiempo.

Bajo por las Ramblas y empiezo a encontrarme con las famosas "estatuas humanas" cada una más original y trabajada que la anterior, con sus disfraces y maquillajes perfectos. Ahora se me dibuja a mí en el rostro esa sonrisa de felicidad interior, se respira esencia de Barcelona, y me encanta.

Sigo caminando y empiezo a sentir el aroma a mar, la humedad y la brisa delatan que el puerto está cerca; se me antoja llegar hasta él y pasear por el Passeig Marítim, para cerrar ya la mini-excursión que he improvisado mientras espero a que sea la hora acordada de mi cita. Así que sin pensarlo mucho bajo hasta tener la estatua de Colón ante mí, y el puente que lleva hasta el Maremágnum. Como acostumbra a pasar los sábados, han dispuesto varias paraditas de venta ambulante; todo tipo de libros, discos, figuras y pósters antiguos se venden o intercambian aquí, incluso joyas. En algunos ejemplares hay dedicatorias de algún desconocido para su amada o amigo, toda una mirada al pasado. Me hace sentir una especie de nostalgia inexplicable, pensar que algo que valoras sentimentalmente mucho puede acabar, después de medio siglo, en manos de un desconocido absoluto se me antoja romántico y triste a la vez. Vuelvo a sentir esa esencia embriagadora, y la sonrisa se intensifica, esta ciudad me hace reflexionar, activa mis pensamientos.

Ya es la hora, debo empezar a subir, seguramente me estarán esperando. Hay que ver qué rápido pasa el tiempo cuando lo disfrutas. Y a mí Barcelona, por mucho que me la conozca, siempre me seguirá sorprendiendo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

CON LOS OJOS DE UNA NIÑA


Estoy sentada en el coche, mirando el paisaje maravilloso que se extiende ante mis ojos. Fascinante. Nunca había visto unas montañas tan verdes, unos prados tan espectaculares, tanta calma, tanta paz. El Sol acaricia las copas de los árboles, y ellos se lo agradecen moviendo ligeramente sus hojas. Todo está en perfecta harmonía: el cielo, las montañas, los árboles, las plantas, los pájaros... incluso nosotros mismos que cabalgamos ese paisaje de postal a bordo de nuestro todoterreno 4x4.
Abro la ventana y respiro profundamente el aire fresco que me llena los pulmones y me hace sentir más viva que nunca. Siento la mirada tierna de mi madre que me observa a través del espejo retrovisor, la miro y me sonríe dulcemente. A lo lejos, mientras el coche avanza, me parece ver un lago entre las montañas, al borde de la carretera.
- ¡Papá, papá! ¿Ves el lago? ¿Podemos parar?
Mis padres se miran mutuamente y se sonríen - claro que podemos parar reina, merece la pena.

Pasados unos metros, mi padre encuentra un hueco para dejar el coche sin molestar a algún conductor que pueda pasar por allí (aunque de momento llevamos más de dos horas sin ver ni uno solo).
Bajo corriendo del automóvil y me acerco al lago, me siento abrumada por la belleza que me brinda el lugar: las montañas del fondo, de un verde vivo en su parte más cercana al lago y cada vez con menos vegetación a medida ascienden, están bañadas por rayos de Sol despistados aquí y allá, sus árboles irradian energía. El lago tiene las aguas más azules y tranquilas que nunca haya visto, y hay patos y cisnes divertidos que nadan de un lado a otro, disfrutando de ese hábitat excepcional en el que viven. Jamás había visto animales tan libres, tan felices, tan puros. Todo lo que me rodea es puro, y esa sensación me embriaga y me llena de placer y bienestar. La sensación de que todo es absolutamente perfecto.

No puedo resistir la tentación, y le pido a mi madre que me dé permiso para bañar mis pies en el lago, ella vuelve a sonreír y asiente con la cabeza. Mientras me descalzo a toda prisa, mi madre y mi padre se dedican a instalar una manta sobre el césped y a preparar un ligero tentempié que nos dará fuerzas para seguir nuestro viaje a través de las montañas.
Despacio, meto primero el pie derecho, sólo la punta de los dedos, y un escalofrío me recorre todo el cuerpo, está tan fría que a medida voy metiendo el pie, siento que me duele. Es como si la sangre circulara con mucha más fuerza, como si las células de todo mi cuerpo se activaran. Vuelvo a inspirar profundamente ese aire cargado de oxígeno y sonrío. Me siento feliz de verdad. Después de mucho pensármelo, consigo estar con los dos pies dentro de las aguas del lago, pequeños peces me rozan al nadar cerca de mí, me hacen sentir cosquillas en las piernas.

Mi madre me llama desde el césped, ya ha preparado los bocadillos, y un vaso de leche con chocolate, hay que ir a comer algo. Salgo corriendo del agua y me siento al lado de mi padre que me mira sonriente y me acaricia el pelo. Me siento bien, segura y llena de vida. Ojalá esta sensación dure para siempre.

Oigo un pitido -pip, pip, pip, pip, pip, próxima parada, Sant Cugat- La voz de autómata del tren me saca de mi sueño, vuelvo a la realidad, son las 9 de la noche y vuelvo a casa después de varios días fuera por temas laborales. Como echo de menos esas sensaciones, sentir que todo es nuevo y maravilloso, sentir que todo encaja. Como echo de menos ver la vida con los ojos de una niña.

VIAJECITO A LA CAPI





Pues nada chicos y chicas, mañana partiré en AVE hacia la capital, que hay un congreso de estética en el que vamos a participar con la empresa. Y de paso pegarnos unas juerguecillas por ahí, que la movida madrileña tiene su gracia

:-)
Ya os contaré a mi vuelta, hasta el domingo!!!



lunes, 6 de octubre de 2008

UN DÍA CUALQUIERA


Salgo de casa, los ojos todavía me pesan por culpa del sueño, se presenta otro día duro. Son las 6:30 de la mañana, es lunes, y como cada día desde hace diez años me voy a coger un par de autobuses hasta mi puesto de trabajo en la fábrica, embasando pastelitos.
Todo parece asquerosamente monótono. Aburrido y repetitivo hasta la saciedad. Estoy harta, me digo, harta de esta mierda de vida rutinaria que me embota la mente y el alma. Es como un bucle en el que estoy atrapada desde hace diez años, sin posibilidad de escapar, de huir y empezar de nuevo.
En la calle hace frío, aún no ha salido el Sol y el suelo está húmedo por el rocío matinal. Mi boca exhala vaho en cada bocanada de aire que expulsa. Enciendo un cigarrillo mientras camino como una autómata hacia la parada del autobús, a unos quince minutos a pie de mi casa. La primera calada me llena los pulmones de un humo cálido y placentero, me hace sentir mejor, más reconfortada. Poco a poco, a causa de que debo andar a una cierta velocidad para no perder el autobús, mi cuerpo va entrando en calor, mi mente puede dejar de pensar en el frío y mis músculos se empiezan relajar.
Ahora pienso en Carlos. Carlos me gusta, me encanta. Su sonrisa cálida que me abraza cada noche al llegar a casa, sus manos suaves que me acarician cuando más lo necesito. Sus ojos, llenos de expresividad y amor, tan profundos como el mar. Su voz que en susurros me dice que me ama cada noche cuando estoy a punto de dormirme. Me ama. Y yo a él también.
Llega el autobús a lo lejos, y apuro el cigarrillo volviendo de mi ensimismamiento y cayendo de sopetón en la vida real. Mierda, el trabajo, qué pocas ganas tengo de ir allí de nuevo. Subo al autobús y pago el ticket. Me siento al fondo en la ventana, dispuesta a disfrutar de los 15 minutos de que dispongo antes de tener que apearme. Recuesto la cabeza en el vidrio del autobús y cierro los ojos. Carlos, mi Carlos. Pienso en sus manos acariciando mi cuerpo, suavemente como sólo él sabe hacer. Despacio, acaricia mi cara, el pelo, el cuello hasta que posa sus manos en mi cintura. Siempre que hace eso un calor invade todo mi cuerpo desde el vientre hasta las puntas de los dedos, siempre me hace estremecer. Es sensual y cariñoso, me hace sentir como si fuese la única mujer sobre la faz de la Tierra. Especial y única. Eso me tiene enganchada a él.
Hace diez años que conozco a Carlos, y desde el primer día en que lo conocí sentí algo especial, una atracción inexplicable y enigmática que no me dejaba apartar la mirada de él. Creo que desde ese día algo dentro de mí despertó y supe que le amaba. Y que sería para siempre.
Me queda una parada, tengo que bajar para esperar otro autobús que me llevará a la fábrica. Y entonces me doy cuenta: cuando subí tan sólo hace diez minutos iba pensando en lo monótona que era mi vida, y ahora tengo la sensación de que soy la mujer más afortunada del mundo. No necesito el mejor trabajo, ni tener mucho dinero, ni ser famosa y bella… si le tengo a él a mi lado, la persona con la que estoy predestinada a compartir mi vida desde que nací. Y me asalta la duda de cuántas personas en el mundo, ricas, famosas y de éxito, estarán solas. Cuántas personas no tendrán tanta suerte como yo.
Tengo que apearme ya. Me ajusto el abrigo y bajo del autobús. Oigo un coche que pasa por delante de la parada, es un taxi; sin pensarlo dos veces alzo la mano haciendo el gesto para que pare. Subo en el coche y le doy al taxista la dirección de casa.

Siento que hoy es especial, porque no todos los días son iguales, y hoy he tenido la suerte de darme cuenta de lo afortunada que soy. Por eso decido ir a casa. Para llegar y tumbarme a su lado en la cama, decirle cuánto le amo y hacer el amor hasta caer rendidos. Y quedarnos dormidos el uno junto al otro abrazados y acariciándonos el pelo.
Porque le amo, y él a mi también.

ECHO DE MENOS...


Tantas cosas, tantas personas, tantas situaciones...



Saludos a todo@s!

sábado, 4 de octubre de 2008

SERRAT Y SABINA EN TERRASSA



El 2 de Julio del 2007 tuve el enorme placer de ver a estos dos maestros en directo en Terrassa. Sublime.

Aquí os dejo un par de vídeos (perdón porque no son de muy buena calidad), espero que los disfrutéis.

Besos a tod@s!

lunes, 29 de septiembre de 2008

UN DÍA GENIAL


Acabo de llegar a casa y aún estoy alucinando: ¡Vaya día! Con lo mal que ha empezado y ha terminado de la mejor manera que podía imaginar.
El primer incidente ocurrió este fin de semana mientras escalaba, se me cayeron las gafas y se rompieron. Así que este lunes (olvidé mencionar que hoy es lunes) he tenido que ir al trabajo con lentillas, lo que me parece de lo más incómodo.

Otro añadido a mi “maravilloso” día es que hoy han venido los americanos a cerrar la venta de los derechos de la revista, así que no había más remedio que ponerse el disfraz (con “disfraz” quiero decir traje, corbata y zapatos de ejecutivo vanguardista y dinámico, ¡porque una imagen vale más que mil palabras, sí señor!, o al menos eso es lo que mi jefe opina, y no voy a ser yo quien le contradiga). La guinda del pastel es que mi coche está en el taller, le tocaba revisión, así que he tenido que madrugar más para disfrazarme con el precioso traje que, según mi madre, es el último grito y llegar a tiempo para coger el tren - ¡estupendo! Para que nadie del barrio se quede sin verme con estas pintas – pienso mientras me visto medio dormido en mi habitación.

Mientras voy en el tren no puedo parar de pensar que este traje es horrendo, y que mi inglés, un poco arrinconado desde la época de la facultad, no me va ayudar mucho en la negociación con los clientes. A veces, cuando uno cree que todo va a salir fatal, la vida te sorprende, y muy gratamente. La reunión ha salido de fábula, ¡he podido hablar en perfecto castellano y me entendían perfectamente!, además congenié muy bien con uno de los socios, un tal Carlos Suárez, argentino y el que tenía la última palabra en el trato que intentábamos cerrar esa mañana. Se trata de una revista importante y no se podía escapar bajo ninguna circunstancia (todavía espero la felicitación de mi jefe, quizá llegue con las Olimpiadas de Madrid, en el 2016… si llega).
Con ese buen sabor de boca he salido del trabajo, canturreando y pensando que hacía un día estupendo, pero aún me esperaba la mejor parte.

En la estación, siento que la corbata me ahoga, así que decido quitármela y guardarla en la maleta, sólo me apetece llegar a casa y abrir una cerveza para celebrar mi hazaña del día; y, sí, por qué negarlo, estaba deseando quitarme el traje para despanzurrarme en el sofá. Decido sentarme y disfrutar del paisaje urbano que me rodea, mientras relajo mi mente e intento no pensar en nada importante, sólo pensamientos banales. De repente, siento una mirada posada en mí, a través del reflejo del cristal puedo ver una chica joven que me mira con unos ojos como platos. Inmediatamente empiezan a pasar preguntas por mi cabeza: –No puede ser, ¿qué está mirando?, ¿será el traje?, seguro que sí, es horrendo, nunca más haré caso a mi madre; ¿quién te manda fiarte de una señora de su edad para temas de moda?-
Cada vez me pongo más nervioso, por un instante creo que estoy a punto de desaparecer, de desintegrarme, o de volverme un charco de agua sobre el suelo, siento que mi temperatura corporal sube y sube, e imagino que debo estar adquiriendo una tonalidad más bien rojiza, semejante a la de un tomate bien maduro. En ese momento intento superar mi vergüenza y empiezo a fijarme en el reflejo que de esa chica me ofrece el generoso cristal del tren: debe de tener unos 25 años, sus ojos son oscuros y grandes, muy cristalinos y profundos, me transmiten sensación de ternura. Su rostro es bello, creo que es realmente guapa; el pelo es oscuro y le llega por encima de los hombros, me fijo en que el corte no es muy simétrico, puede que antes lo llevara más corto y se lo esté dejando crecer de nuevo.
Ahora me empiezo a fijar en su cuerpo: debe de medir metro sesenta, no es excesivamente delgada, yo la definiría como voluptuosa, un cuerpo con curvas y carácter, como nos gustan a la mayoría de hombres. Hay algo que me impide dejar de observarla, durante un par de minutos nos hemos estado mirando el uno al otro totalmente conscientes ello, y me gustaba. Sus ojos me atrapan, no me dejan apartar la vista de ellos, tienen un brillo especial que me hacen olvidarme del traje, de los americanos y de las gafas; sólo puedo ser consiente de lo que soy: un temeroso y tímido hombre atrapado por su mirada.
Llega el momento de bajar del tren, y resignado, me apeo sin dejar de pensar en ella y sin poder dejar de preguntarme cómo será su voz. -Muy dulce, seguro- me digo a mí mismo mientras camino por el andén vacío de la estación. Un sonido de pasos me aleja de mis pensamientos, me doy la vuelta y la veo allí, caminando a tan sólo unos metros de distancia de mí, me quedo inmóvil mirándola, ella se para y me mira. Durante esos segundos sólo puedo pensar: -¡Aprovecha esta oportunidad! No tienes nada que perder, si quiere tomar un café genial, si no, al menos podrás oír su voz y guardarla para siempre en tu recuerdo- Así que sin pensarlo dos veces le digo:
- ¿Te apetece un café? Parece que hemos tenido un día duro, podemos sentarnos y charlar de todo y de nada, porque el destino ha hecho que hoy coja este tren, ya que mi coche está en el taller, y gracias a eso nos hemos encontrado, no debemos llevarle la contraria el destino, ¿no crees?
Me mira fijamente y asiente con la cabeza, no he podido oír su voz por el momento, lo bueno se hace esperar.

Recapitulando veo que este ha sido uno de los mejores días que he tenido en mucho tiempo. Ahora me voy a dormir con mi mente llena de ella: su mirada, su sonrisa, sus pensamientos… y, cómo no, su voz. No importa lo que tenga que esperar para tener un día como este, esperaré. Porque merece la pena.

viernes, 5 de septiembre de 2008

NO HAY QUE CONTRADECIR AL DESTINO

Estoy sentada en el tren, la noche se cierne sobre la ciudad, y después de un largo día de trabajo lo único que me apetece es llegar a casa, tumbarme en el sofá y tragarme lo primero que den en la tele: cualquier cosa, no me importa. La verdad es que no sólo estoy cansada físicamente, hoy Antonio me ha collado especialmente, no ha parado de acosarme durante todo el día en busca del dichoso informe de ventas. Informe que, por cierto, no tenía ni tengo terminado porque me faltan varios datos del departamento de contabilidad que todavía estoy esperando, y esa es otra, ya no sé qué hacer para que Inma, la contable, me los dé de una vez. Así que mientras mis pensamientos me absorben, decido ponerme el mp3 y escuchar alguna canción que me anime, o al menos, que me haga olvidar el horrible día que he tenido hoy.

En ésas me encuentro cuando de repente me doy cuenta. Sentado delante de mí, a tan sólo un par de asientos de distancia, veo un hombre que distraídamente mira a través de la ventana. No sé por qué, pero su presencia me produce una sensación extraña. Me fijo en sus rasgos: es de estatura media, aproximadamente un metro setenta, lleva el pelo corto y de color oscuro. Su cara me parece familiar aunque desconocida a la vez, no sé por qué, pero me transmite una sensación de seguridad.

Sigo observándolo mientras el tren avanza en la noche y escucho "La Canción más hermosa del Mundo" de Joaquín Sabina. Sus facciones son duras, masculinas; tiene las mandíbulas marcadas y los ojos de un color oscuro, profundos, parece que te puedas sumergir en ellos y nadar, sin tocar el fondo jamás, sin saber qué es lo que realmente esconden. Me doy cuenta de que, aunque a primera vista me ha parecido muy joven, las arruguitas de alrededor de sus ojos delatan experiencias vividas, sabiduría; diría que tiene alrededor de unos treinta y pocos años. Tiene un porte especial que le otorga un atractivo indefinido pero patente, no es el típico chico guapo, pero atrae más que si lo fuera.
Sus labios son finos y la boca es pequeña, me atrevería a aventurar que sus dientes son blancos y perfectamente alineados; seguro que contrastan con su tez morena, que adivino es más producto de la genética que del solárium. Sigue mirando por la ventana sin percatarse de que le estoy escrutando meticulosamente, lo que me anima a seguir haciéndolo.

Me concentro ahora en su esbelto cuerpo, no es el típico "cachas" de gimnasio, pero tampoco tiene la constitución de una persona sedentaria, se podría decir que se cuida, aunque no es un obseso de la estética, lo cual me gusta. Nunca me pareció bueno el hecho de vivir para el culto al cuerpo.
Su ropa denota un excelente gusto, va vestido con traje oscuro y camisa blanca; no lleva corbata aunque es muy posible que se la haya quitado al finalizar la jornada, todos sabemos lo incómodas que son estas prendas. En el suelo cerca de sus pies calzados con zapatos tipo ejecutivo de color oscuro descansa un maletín; por lo que deduzco que se trata de alguien que trabaja en una oficina.

De repente, veo que me está observando a través del cristal de la ventana, observa mi reflejo en él, se ha dado cuenta de que le miro...¿hará mucho rato que me está mirado? Inmediatamente giro la cara e intento disimular mirando la televisión que hay en el tren, y que en ese momento está emitiendo un mensaje publicitario de una tienda de colchones. Siento su mirada posada encima de mí, no deja de mirarme. Te lo mereces - pienso - por cotilla. El tren está a punto de llegar a la penúltima estación, mi extraño hombre se levanta y se dispone a apearse. Sin saber cómo, hay algo que me impulsa a seguirle, es tarde y estoy cansada, pero no puedo dejar de mirar a mi enigmático desconocido.
La estación está vacía, ni siquiera un empleado de los ferrocarriles deambulando por el andén. Él camina por delante de mí, el sonido de sus zapatos se confunde con el del tren que se aleja. Sin esperármelo se da la vuelta y me sonríe, efectivamente sus dientes son blancos, un blanco que deslumbra en la oscuridad de la estación. ¿Un café? - me pregunta - Parece ser que hemos tenido un día duro, podemos sentarnos y charlar de todo y de nada, porque el destino ha hecho que hoy coja este tren, ya que mi coche está en el taller, y gracias a eso nos hemos encontrado, no debemos llevarle la contraria al destino, ¿no crees? - Afirmo con la cabeza,- y me pongo a caminar a su lado. Se llama Emilio, y tiene razón, no debemos contradecir al destino.

jueves, 4 de septiembre de 2008

PRODUCTO DE LA RESACA


La luz del Sol, todavía tímida, se cuela entre las rendijas de la persiana y mis ojos se abren lentamente. Miro el reloj: sólo son las 6:30, demasiado pronto aún para salir de la cama. Me doy la vuelta dispuesta a cerrar los ojos y dormir un poco más, pero un ruido seco me saca de mi ensimismamiento: me quedo inmóvil encima del colchón, pensando qué ha podido ser ese estruendo. El gato, quizá. Empiezo a sentirme más tranquila, sé que Leo es un trasto y que siempre está subiéndose en los armarios y en los muebles, así que es muy posible que haya tirado algún marco o figura.
Entonces enciendo la luz y veo a Leo durmiendo plácidamente en los pies de la cama. Imposible que haya sido él. Decido armarme de valor y bajar las escaleras que conducen al piso de abajo, de donde me ha parecido que provenía el jaleo. Me pongo el batín y las zapatillas y empiezo a bajar, debo reconocer que estoy muerta de miedo, pero sé que no podré pegar ojo si no averiguo qué es lo que está pasando allí. Será una tontería, me digo, un clavo habrá cedido y se habrá caído el cuadro que colgaba de él... o al menos eso espero.
Después de bajar los 25 escalones que separan mi habitación del piso de abajo, que en ese momento me han parecido eternos, me quedo petrificada, incapaz de mover un solo músculo: me ha parecido ver una sombra, una figura que corría para evitar que yo la viese. El comedor está medio iluminado, la luz del amanecer le otorga un aspecto fúnebre y siniestro, como si fuese un decorado de una película de terror, los muebles apenas son siluetas entre la infinidad de sombras que visten la estancia. Rápidamente, mi mente empieza a exprimirse en busca de una explicación lógica a la extraña forma que me ha parecido ver huyendo; seguro que entre las sombras mi vista me ha engañado y mi cerebro, extremadamente imaginativo debo reconocer, me ha jugado una mala pasada interpretando lo que no era.
Me dirijo a la cocina, son las 7 de la mañana, una mañana fría y lluviosa del mes de Febrero. Se me ha quitado el sueño, decido hacerme un café y sentarme un rato para leer la prensa. El café caliente me reconforta y me hace sentir más relajada, poco a poco, va desapareciendo de mi mente la extraña visión de hace un rato, y poco a poco me auto convenzo de que han sido puras imaginaciones mías, - además estabas medio dormida,- me digo.
Mientras recojo la cocina, empiezo a sentir un enorme frío, un frío que se me antoja muy seco aunque fuera esté lloviendo. Voy a revisar el termostato de la calefacción central, está todo correcto, pero yo no dejo de sentir más y más frío, hasta el punto de que cuando respiro puedo ver que de mi boca sale vaho. Empiezo a estar muy asustada cuando compruebo que la calefacción está programada para mantener 25 grados en el interior de la casa, pero que el indicador de temperatura marca 12 grados y sigue bajando a una velocidad alarmante. No entiendo que está pasando.
Mientras intento aclararme para ver qué hago, siento algo que me toca el hombro, me doy la vuelta totalmente fuera de mí, imaginando lo peor.
No sé qué es, jamás he visto algo así: una silueta humana, parece un hombre pero no puedo saberlo con total seguridad, ya que su cara es un amasijo de carne donde apenas se puede adivinar un rasgo humano; no tiene ojos, ni nariz ni orejas. Lo que parece hacer la función de boca es un corte recto y horizontal que va de un lado a otro de su barbilla. Puedo adivinar una mueca de rabia y odio en sus extraños y repulsivos labios mientras me coge del brazo y me obliga a seguirle hasta el comedor. Yo no soy capaz ni siquiera de emitir un sonido, la imagen de esa cosa cerca de mí me sume en un estado de terror y de pánico. Un extraño olor a azufre y a cloaca empieza a inundar la habitación. El tacto de ese ser es en mi piel me produce repulsión, sus manos son húmedas y frías, más frías que el hielo. Mientras me arrastra hasta el sofá puedo darme cuenta de que su piel es de un color indefinido, imposible de catalogar bajo ninguna raza conocida. Es un color verde azulado, como creo que sería la piel de un muerto pasados unos días de haber sido enterrado.
Me tira violentamente al sofá, y entonces puedo ver su cuerpo: es alto, aproximadamente metro noventa, lleva un sombrero de ala ancha negro que hace más difícil ver su cara o lo que tiene por cara. Por vestimenta lleva una gabardina negra que le llega hasta los pies y calza botas militares negras. Es absolutamente aterrador, y el hecho de verlo de arriba abajo me hace despertar de mi estado de shock y me pongo a gritar como una energúmena. Como toda respuesta, me propina un fuerte golpe en la cabeza que me hace perder el conocimiento.
Un fuerte dolor de cabeza me despierta, estoy en mi cama, todo ha sido un sueño, o más bien una pesadilla. Siento que las sienes me laten con fuerza: recuerdo que ayer estuve en el bar con las chicas hasta tarde, y que los tequilas no paraban de circular. La resaca me azota con fuerte, y por lo visto, me hace tener pesadillas. No recuerdo a qué hora me fui a dormir ni cómo llegué a casa. Pero ahora mismo no me importa, me alegra haber descubierto que todo han sido imaginaciones mías, producto del tequila y de la borrachera. Miro el reloj, son las 12 del mediodía, tarde.
De un golpe me levanto de la cama para hacerme mi habitual coktail de aspirinas y calmantes para estos casos; pero antes corro a buscar un papel y un bolígrafo para escribir mi sueño (o pesadilla), me parece una buena idea para ponerla en mi blog.
A veces, si dejamos que la mente vague sin trabas, nos podemos sorprender de las historias que nos cuenta.

martes, 2 de septiembre de 2008

LA HABITACIÓN DEL OLVIDO... NO LA CIERREN POR FAVOR


Ya de vuelta, con sentimientos enfrentados.
Estupendas vacaciones, aprovechadas al máximo; una semana en Menorca, otra en Suiza, compañía muy grata, sol y playa y buenos quesos y chocolates.
A veces sales de tu rutina sin pensar en lo que la vida te depara, el destino muchas veces nos juega malas pasadas. Me fui de vacaciones contenta, esperando pasar dos semanas realmente placenteras. Y así fue, pero la vuelta fue de lo más duro que me ha pasado en este año 2008. Y no me refiero a la obvia depresión post vacacional, ojalá. Me refiero a que me encontré con un problema familiar bastante grande, que terminó de la peor manera posible. Se ha ido una persona muy importante para mí, alguien a quien he querido (y siempre querré) muchísimo.
Y entonces me arrepentí de todas las cosas que no le había dicho cuando pude, de todos los abrazos que no le di y debí darle, de que nunca le dije cuánto le quería. Alguien me dijo hace muy poco que no hay nada peor que arrepentirse de lo que no has hecho, y he podido comprobar cuan cierto hay en esa frase.
Porque pensamos que lo tenemos siempre estará ahí, y cuando menos te lo esperas, te lo arrebatan.

Y me imaginé una habitación, llena de estanterías y lúgubre, sucia y polvorienta, donde se amontonan todo tipo de trastos inservibles; una habitación oscura y olvidada, donde va a parar todo aquello que perdemos a lo largo de nuestra vida, todos aquellos a quien perdemos. Tarde o temprano todos acabaremos en esa habitación, porque tarde o temprano todos formaremos parte del olvido. Aunque nos pese.
A lo largo de nuestra vida conoceremos a muchas personas, personas que nos parecerán importantes y que acabaremos guardando en la habitación del olvido, por voluntad propia o no, como ha sido mi caso.

Debemos intentar no cerrar esa habitación, debemos dejar la puerta entreabierta para no olvidarlo todo, ni a todos.

Con ánimo melancólico me despido, nos vemos en la habitación del olvido.

Saludos a tod@s.


viernes, 8 de agosto de 2008

Esto no es un adiós, es un hasta pronto














Hola de nuevo!!!


Pues sí, hoy es mi último día antes de coger las vacaciones, así que me despido por un periodo breve de tiempo de 2 semanas, pero volveré, no os libraréis de mí tan facilmente, jejejej.


Yo misma me sumo al abandono de la ciudad que os comentaba hace un par de días, porque abandono mi ciudad. Me voy el lunes a Menorca y luego a Suiza. ¿No está mal, no?



Espero volver con las pilas más cargadas que nunca, y con nuevas ideas para poder ofrecer en esta especie de "púlpito" que es el blog. Lo que está claro es que serán días de reflexión, relajación mental y física y, por qué no decirlo, alguna que otra fiestecilla caerá por ahí.



Así que nada, os deseo a tod@s que paséis unos días estupendos, que os relajéis al máximo y que disfrutéis mucho.



No olvidéis que allí donde vayáis un buen libro será el mejor compañero que os podéis llevar, personalemente os recomiendo Cosmofobia, de Lucía Etxebarría (actualmente lo estoy leyendo), nos da una visión muy cercana de los cambios que se están produciendo en nuestra sociedad, sobre todo de la inmigración; nos amplia las miras para poder entender que cada persona tiene una historia, que cada uno tiene sus motivos, y que todos somos seres humanos que merecemos un trato respetable independientemente del color de la piel.


Lo dicho damas y caballeros, lean, piensen, reflexionen, observen las estrellas estirados en la playa, bailen hasta el amanecer y pásenselo lo mejor posible, porque en unos días tendremos que volver a esa rutina que nos absorve durante casi todo el año, y las vacaciones serán sólo un recuerdo bello en nuestra mente.



Cuídense y sean positivos, la vida son dos días y hay que aprovecharlos.



Saludos para tod@s y besos con sabor a nata.






jueves, 7 de agosto de 2008




Hola a todo@s!!




Bueno, aquí estamos otra vez, hoy tengo ganas de enseñaros lo que me gusta musicalmente, hay muchas cosas, pero la que más, más bien dicho, el que más, el inigualable e indiscutible poeta y genio musical: JOAQUÍN SABINA.


Pues sí, podría estar horas halagándo a este hombre, que me enseña y me hace reflexionar con cada uno de sus temas, con cada verso que escribe, con cada melodía que compone. ¿Y qué decir de sus conciertos? sublimes, sí señor.


Aquí os dejo la letra de una de mis caniones favoritas: "Canción de cuna de la noche y los tejados" :




"Esta es la canción
de los zapatos rotos, de la gente del montón,
la foto de carné
de cualquier hombre, de cualquier mujer.

La carambola que casi salió,
la procesión del Cristo del furgón de cola.

Ley de los sin ley,
rueda de peones para darle jaque al rey.


El bar de la estación
es un hogar para mi corazón.

Y las mujeres miran y no ven
al forastero que no tiene quien lo espere.

Y el cielo es una plancha de hormigón,
un animal con gafas solo ante el televisor,
un docudrama que termina mal,
un ángel que delira en una cama de hospital,
cantándole a la luna
la canción de cuna de la noche y los tejados.

Carne de cañón,
Sancho y Don Quijote, Mortadelo y Filemón,
tienda toda a cien, pagas dos besos…y te llevas tres.

Cuatro caminos tiene el porvenir,
si me equivoco, se equivoca mi destino.

Y el mar es una especie en extinción,
un barco a la deriva, una lágrima de ron,
un docudrama que termina mal,
un ángel que delira en una cama de hospital,
cantándole a la luna
la canción de cuna de la noche y los tejados. "



Es preciosa... cada vez que la oigo se me pone la piel de gallina.




Os invito a entrar en http://www.joaquinsabina.net/, no tiene desperdicio.




Un saludo a tod@s.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Suma y sigue


Pues aquí seguimos, sin escapatoria de las obligaciones hasta las 14h, todavía un par de horitas por delante para decir entre poco y nada; aunque tampoco importa demasiado, total, quizá no lo lea nadie. En el fondo no me importa demasiado, no escribo aquí para que lo lea mucha gente, es más bien una vía de escape. Siempre me he expresado mucho mejor a través de las palabras escritas, aquéllo que escribimos nos permite pensarlo todo detenidamente antes de "soltarlo", es más difícil meter la pata cuando tenemos una hoja en blanco delante (o una pantalla de ordenador, aunque no sé ustedes, pero yo sigo prefiriendo la hoja de papel de toda la vida).


Pues como decía, siempre me ha encantado escribir mis pensamientos, sobre todo cuando me encuentro baja de ánimos o deprimida, me ayuda enormemente. ¿Saben qué acostumbro hacer desde chiquita? esribo cartas, cartas dirijidas a nadie en particular, cartas que expresan todo lo que, por diferentes motivos, no me atrevo o no quiero decirle a nadie, pero que necesito expresar. Una vez escritas, me gusta leerlas desde el punto de vista más objetivo posible, valorando cada palabra, cada idea y pensamiento. Imaginando que la persona que lo ha escrito no soy yo, que ni siquiera la conozco y que no tiene nada que ver conmigo. Me ayuda enormemente, es como una vía de escape, es como una terapia: el psicólogo para los pobres que no nos lo podemos pagar, auto - terapia diría yo.


Estimulemos nuestros pensamientos, dejemos que nuestra mente vuele sin límite; por muy ínfimo que parezca, pueden salir grandes cosas sin que ni siquiera nos demos cuenta; por favor, abran sus horizontes y expresen lo que hay en su interior, valoren cada segundo y no dejen de tomar la vida como un regalo que nos han dado, y que hay que aprovechar al máximo.

No dejen nunca de ser cerebros pensantes y críticos, el mundo sería un lugar muy triste si no lo fuésemos.


Cuídense, disfruten sin reservas y piensen, nunca dejen de pensar.


Saludos a tod@s , nos leemos pronto.

El 1er día de vida... larga vida a Kuny's place!



Bueno, pues aquí estamos... en los últimos días de curro, con demasiado tiempo para pensar (no es bueno dejar que la mente vaya demasiado a su bola) y pocas cosas que hacer, a parte de esperar a que lleguen las ansiadas vacaciones.



En el trabajo, sola, con un cigarro que se consume solo en el cenicero y un café que se enfría encima de la mesa. Fuera el calor azota la ciudad, una ciudad vacía, sola y abandonada durante este mes de agosto; es curioso pensar que la ciuadad que está llena de vida durante el año, la ciudad que alimenta nuestra rutina diaria, se convierta prácticamente en un desierto de almas durante las vacaciones... ¿por qué nos parece tan horrible en agosto lo que durante el resto del año es tan normal? Nadie se quiere quedar, nadie quiere a la ciudad... la ciudad que alimenta nuestra vida, nuestras sensaciones. Pero sólo nos sirve el resto de meses, las vacaciones no son para la ciudad.



Es paradójico, relegar lo que en el fondo queremos como si lo odiásemos, o todavía digo más, odiarlo durante un par de meses, y luego volver a adaptarlo a nosotros, o adaptarnos nosotros a ello, a nuestro pesar... porque no hay escapatoria. La rutina nos persigue, y más vale que lo asumamos cuanto antes.






A todo esto, me viene a la memoria una frase del genio Albert Einstein:






"Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen los milagros, la otra es pensar que todo es un milagro"





Por favor, crean que todo es un milagro, aprecien las pequeñas cosas dentro de la rutina, inlcuso esa ciudad aburrida de la que huimos en verano... porque también forma parte de nuestras vidas.



Saludos para tod@s, cuídense!