miércoles, 15 de octubre de 2008

CON LOS OJOS DE UNA NIÑA


Estoy sentada en el coche, mirando el paisaje maravilloso que se extiende ante mis ojos. Fascinante. Nunca había visto unas montañas tan verdes, unos prados tan espectaculares, tanta calma, tanta paz. El Sol acaricia las copas de los árboles, y ellos se lo agradecen moviendo ligeramente sus hojas. Todo está en perfecta harmonía: el cielo, las montañas, los árboles, las plantas, los pájaros... incluso nosotros mismos que cabalgamos ese paisaje de postal a bordo de nuestro todoterreno 4x4.
Abro la ventana y respiro profundamente el aire fresco que me llena los pulmones y me hace sentir más viva que nunca. Siento la mirada tierna de mi madre que me observa a través del espejo retrovisor, la miro y me sonríe dulcemente. A lo lejos, mientras el coche avanza, me parece ver un lago entre las montañas, al borde de la carretera.
- ¡Papá, papá! ¿Ves el lago? ¿Podemos parar?
Mis padres se miran mutuamente y se sonríen - claro que podemos parar reina, merece la pena.

Pasados unos metros, mi padre encuentra un hueco para dejar el coche sin molestar a algún conductor que pueda pasar por allí (aunque de momento llevamos más de dos horas sin ver ni uno solo).
Bajo corriendo del automóvil y me acerco al lago, me siento abrumada por la belleza que me brinda el lugar: las montañas del fondo, de un verde vivo en su parte más cercana al lago y cada vez con menos vegetación a medida ascienden, están bañadas por rayos de Sol despistados aquí y allá, sus árboles irradian energía. El lago tiene las aguas más azules y tranquilas que nunca haya visto, y hay patos y cisnes divertidos que nadan de un lado a otro, disfrutando de ese hábitat excepcional en el que viven. Jamás había visto animales tan libres, tan felices, tan puros. Todo lo que me rodea es puro, y esa sensación me embriaga y me llena de placer y bienestar. La sensación de que todo es absolutamente perfecto.

No puedo resistir la tentación, y le pido a mi madre que me dé permiso para bañar mis pies en el lago, ella vuelve a sonreír y asiente con la cabeza. Mientras me descalzo a toda prisa, mi madre y mi padre se dedican a instalar una manta sobre el césped y a preparar un ligero tentempié que nos dará fuerzas para seguir nuestro viaje a través de las montañas.
Despacio, meto primero el pie derecho, sólo la punta de los dedos, y un escalofrío me recorre todo el cuerpo, está tan fría que a medida voy metiendo el pie, siento que me duele. Es como si la sangre circulara con mucha más fuerza, como si las células de todo mi cuerpo se activaran. Vuelvo a inspirar profundamente ese aire cargado de oxígeno y sonrío. Me siento feliz de verdad. Después de mucho pensármelo, consigo estar con los dos pies dentro de las aguas del lago, pequeños peces me rozan al nadar cerca de mí, me hacen sentir cosquillas en las piernas.

Mi madre me llama desde el césped, ya ha preparado los bocadillos, y un vaso de leche con chocolate, hay que ir a comer algo. Salgo corriendo del agua y me siento al lado de mi padre que me mira sonriente y me acaricia el pelo. Me siento bien, segura y llena de vida. Ojalá esta sensación dure para siempre.

Oigo un pitido -pip, pip, pip, pip, pip, próxima parada, Sant Cugat- La voz de autómata del tren me saca de mi sueño, vuelvo a la realidad, son las 9 de la noche y vuelvo a casa después de varios días fuera por temas laborales. Como echo de menos esas sensaciones, sentir que todo es nuevo y maravilloso, sentir que todo encaja. Como echo de menos ver la vida con los ojos de una niña.

VIAJECITO A LA CAPI





Pues nada chicos y chicas, mañana partiré en AVE hacia la capital, que hay un congreso de estética en el que vamos a participar con la empresa. Y de paso pegarnos unas juerguecillas por ahí, que la movida madrileña tiene su gracia

:-)
Ya os contaré a mi vuelta, hasta el domingo!!!



lunes, 6 de octubre de 2008

UN DÍA CUALQUIERA


Salgo de casa, los ojos todavía me pesan por culpa del sueño, se presenta otro día duro. Son las 6:30 de la mañana, es lunes, y como cada día desde hace diez años me voy a coger un par de autobuses hasta mi puesto de trabajo en la fábrica, embasando pastelitos.
Todo parece asquerosamente monótono. Aburrido y repetitivo hasta la saciedad. Estoy harta, me digo, harta de esta mierda de vida rutinaria que me embota la mente y el alma. Es como un bucle en el que estoy atrapada desde hace diez años, sin posibilidad de escapar, de huir y empezar de nuevo.
En la calle hace frío, aún no ha salido el Sol y el suelo está húmedo por el rocío matinal. Mi boca exhala vaho en cada bocanada de aire que expulsa. Enciendo un cigarrillo mientras camino como una autómata hacia la parada del autobús, a unos quince minutos a pie de mi casa. La primera calada me llena los pulmones de un humo cálido y placentero, me hace sentir mejor, más reconfortada. Poco a poco, a causa de que debo andar a una cierta velocidad para no perder el autobús, mi cuerpo va entrando en calor, mi mente puede dejar de pensar en el frío y mis músculos se empiezan relajar.
Ahora pienso en Carlos. Carlos me gusta, me encanta. Su sonrisa cálida que me abraza cada noche al llegar a casa, sus manos suaves que me acarician cuando más lo necesito. Sus ojos, llenos de expresividad y amor, tan profundos como el mar. Su voz que en susurros me dice que me ama cada noche cuando estoy a punto de dormirme. Me ama. Y yo a él también.
Llega el autobús a lo lejos, y apuro el cigarrillo volviendo de mi ensimismamiento y cayendo de sopetón en la vida real. Mierda, el trabajo, qué pocas ganas tengo de ir allí de nuevo. Subo al autobús y pago el ticket. Me siento al fondo en la ventana, dispuesta a disfrutar de los 15 minutos de que dispongo antes de tener que apearme. Recuesto la cabeza en el vidrio del autobús y cierro los ojos. Carlos, mi Carlos. Pienso en sus manos acariciando mi cuerpo, suavemente como sólo él sabe hacer. Despacio, acaricia mi cara, el pelo, el cuello hasta que posa sus manos en mi cintura. Siempre que hace eso un calor invade todo mi cuerpo desde el vientre hasta las puntas de los dedos, siempre me hace estremecer. Es sensual y cariñoso, me hace sentir como si fuese la única mujer sobre la faz de la Tierra. Especial y única. Eso me tiene enganchada a él.
Hace diez años que conozco a Carlos, y desde el primer día en que lo conocí sentí algo especial, una atracción inexplicable y enigmática que no me dejaba apartar la mirada de él. Creo que desde ese día algo dentro de mí despertó y supe que le amaba. Y que sería para siempre.
Me queda una parada, tengo que bajar para esperar otro autobús que me llevará a la fábrica. Y entonces me doy cuenta: cuando subí tan sólo hace diez minutos iba pensando en lo monótona que era mi vida, y ahora tengo la sensación de que soy la mujer más afortunada del mundo. No necesito el mejor trabajo, ni tener mucho dinero, ni ser famosa y bella… si le tengo a él a mi lado, la persona con la que estoy predestinada a compartir mi vida desde que nací. Y me asalta la duda de cuántas personas en el mundo, ricas, famosas y de éxito, estarán solas. Cuántas personas no tendrán tanta suerte como yo.
Tengo que apearme ya. Me ajusto el abrigo y bajo del autobús. Oigo un coche que pasa por delante de la parada, es un taxi; sin pensarlo dos veces alzo la mano haciendo el gesto para que pare. Subo en el coche y le doy al taxista la dirección de casa.

Siento que hoy es especial, porque no todos los días son iguales, y hoy he tenido la suerte de darme cuenta de lo afortunada que soy. Por eso decido ir a casa. Para llegar y tumbarme a su lado en la cama, decirle cuánto le amo y hacer el amor hasta caer rendidos. Y quedarnos dormidos el uno junto al otro abrazados y acariciándonos el pelo.
Porque le amo, y él a mi también.

ECHO DE MENOS...


Tantas cosas, tantas personas, tantas situaciones...



Saludos a todo@s!

sábado, 4 de octubre de 2008

SERRAT Y SABINA EN TERRASSA



El 2 de Julio del 2007 tuve el enorme placer de ver a estos dos maestros en directo en Terrassa. Sublime.

Aquí os dejo un par de vídeos (perdón porque no son de muy buena calidad), espero que los disfrutéis.

Besos a tod@s!