lunes, 6 de octubre de 2008

UN DÍA CUALQUIERA


Salgo de casa, los ojos todavía me pesan por culpa del sueño, se presenta otro día duro. Son las 6:30 de la mañana, es lunes, y como cada día desde hace diez años me voy a coger un par de autobuses hasta mi puesto de trabajo en la fábrica, embasando pastelitos.
Todo parece asquerosamente monótono. Aburrido y repetitivo hasta la saciedad. Estoy harta, me digo, harta de esta mierda de vida rutinaria que me embota la mente y el alma. Es como un bucle en el que estoy atrapada desde hace diez años, sin posibilidad de escapar, de huir y empezar de nuevo.
En la calle hace frío, aún no ha salido el Sol y el suelo está húmedo por el rocío matinal. Mi boca exhala vaho en cada bocanada de aire que expulsa. Enciendo un cigarrillo mientras camino como una autómata hacia la parada del autobús, a unos quince minutos a pie de mi casa. La primera calada me llena los pulmones de un humo cálido y placentero, me hace sentir mejor, más reconfortada. Poco a poco, a causa de que debo andar a una cierta velocidad para no perder el autobús, mi cuerpo va entrando en calor, mi mente puede dejar de pensar en el frío y mis músculos se empiezan relajar.
Ahora pienso en Carlos. Carlos me gusta, me encanta. Su sonrisa cálida que me abraza cada noche al llegar a casa, sus manos suaves que me acarician cuando más lo necesito. Sus ojos, llenos de expresividad y amor, tan profundos como el mar. Su voz que en susurros me dice que me ama cada noche cuando estoy a punto de dormirme. Me ama. Y yo a él también.
Llega el autobús a lo lejos, y apuro el cigarrillo volviendo de mi ensimismamiento y cayendo de sopetón en la vida real. Mierda, el trabajo, qué pocas ganas tengo de ir allí de nuevo. Subo al autobús y pago el ticket. Me siento al fondo en la ventana, dispuesta a disfrutar de los 15 minutos de que dispongo antes de tener que apearme. Recuesto la cabeza en el vidrio del autobús y cierro los ojos. Carlos, mi Carlos. Pienso en sus manos acariciando mi cuerpo, suavemente como sólo él sabe hacer. Despacio, acaricia mi cara, el pelo, el cuello hasta que posa sus manos en mi cintura. Siempre que hace eso un calor invade todo mi cuerpo desde el vientre hasta las puntas de los dedos, siempre me hace estremecer. Es sensual y cariñoso, me hace sentir como si fuese la única mujer sobre la faz de la Tierra. Especial y única. Eso me tiene enganchada a él.
Hace diez años que conozco a Carlos, y desde el primer día en que lo conocí sentí algo especial, una atracción inexplicable y enigmática que no me dejaba apartar la mirada de él. Creo que desde ese día algo dentro de mí despertó y supe que le amaba. Y que sería para siempre.
Me queda una parada, tengo que bajar para esperar otro autobús que me llevará a la fábrica. Y entonces me doy cuenta: cuando subí tan sólo hace diez minutos iba pensando en lo monótona que era mi vida, y ahora tengo la sensación de que soy la mujer más afortunada del mundo. No necesito el mejor trabajo, ni tener mucho dinero, ni ser famosa y bella… si le tengo a él a mi lado, la persona con la que estoy predestinada a compartir mi vida desde que nací. Y me asalta la duda de cuántas personas en el mundo, ricas, famosas y de éxito, estarán solas. Cuántas personas no tendrán tanta suerte como yo.
Tengo que apearme ya. Me ajusto el abrigo y bajo del autobús. Oigo un coche que pasa por delante de la parada, es un taxi; sin pensarlo dos veces alzo la mano haciendo el gesto para que pare. Subo en el coche y le doy al taxista la dirección de casa.

Siento que hoy es especial, porque no todos los días son iguales, y hoy he tenido la suerte de darme cuenta de lo afortunada que soy. Por eso decido ir a casa. Para llegar y tumbarme a su lado en la cama, decirle cuánto le amo y hacer el amor hasta caer rendidos. Y quedarnos dormidos el uno junto al otro abrazados y acariciándonos el pelo.
Porque le amo, y él a mi también.

6 comentarios:

JL Gracia dijo...

Muy bonito. Yo creo que el amor es lo único que no se orrompe a lo largo de los años y mola sentir las mismas cosas a los 15 que a los 35. Un abrazo

Kuny dijo...

Sí, tienes razón. Si no hay amor nos queda poco en la vida, aunque tengamos mucho de todo lo demás.
Gracias por tu visita, un beso.

Mixha Zizek dijo...

Dulce como me da la impresió eres tú. Pero la monotonía del iterín, no voy a negarlo, a veces yo también la siento a subir a un bus y vienen todos los pensamiemntos uno tras otro como si fueran cámaras internas. Me gusto mucho un beso

Kuny dijo...

Gracias guapa.
Sí, a veces uno llega a pensar que vive en un continuo bucle que no termina. Suerte que cada día tiene pequeñas cosas que lo hacen diferente y único. Qué haríamos sin eso...
Un abrazo!

Cossio dijo...

animo bonita ! eso de la monotonía, es bastante tremendo, pero desde el otro lado del charco te mandamos buenos deseos pa' que tu vida tenga esa chispa que le da sabor a la vida...


__**_**
_**___**
_**___**_________****
_**___**_______**___****
_**__**_______*___**___**
__**__*______*__**__***__**
___**__*____*__**_____**__*
____**_**__**_**________**
____**___**__**
___*___________*
__*_____________*
_*____0_____0____*
_*_______@_______*
_*_______________*
___*_____v_____*
_____**_____**

Kuny dijo...

Gracias cossio!
Sí que la rutina a veces se hace pesada, pero como decía antes, cada día tiene pequeñas cosas que lo hacen único y especial, a pesar de la rutina. Como tú dices, esa chispa que le da sabor a la vida.
Besotes!!!