martes, 14 de junio de 2011

La Espera

Hoy se ha levantado con el ánimo bajo. No sólo el ánimo: los huesos le duelen y se siente más cansado de lo habitual. Al levantarse de la cama, a una hora demasiado temprana como siempre, siente como sus casi cien años le pesan cada día más.
Sus nietos siempre le dicen que debería de intentar dormir más horas y no levantarse a las cinco de la mañana como hace siempre. Como hoy, el día de Sant Jordi del año 2011... quién iba a decirle a él que estaría para verlo... el año 2011.
Su mujer le había dejado hacía casi diez años, después de una larga y penosa enfermedad que la tuvo postrada en una cama durante demasiado tiempo. Finalmente, cuando emprendió su viaje, hasta él se alegró de que lo hiciese. Aunque no pasaba un sólo día sin que pensara en ella y le enviara todo su amor y añoranza. Y él sigue ahí, al pie del cañón.
Se asea en su austero lavabo y se viste con su ropa habitual, ni demasiado moderna ni demasiado desfasada; o quizá sí, demasiado desfasada, como él, un viejo de 97 años que vive en una época que ya no le corresponde.
Sus hijos, nietos y bisnietos (es la suerte de ser tan longevo, que uno ve como su familia sigue creciendo) lo adoran y lo cuidan, pero él se siente solo. Sin ella. Después de 65 años juntos, no se acostumbra a estar solo. Y sabe que nunca lo hará. Si pasas la mayor parte de tu vida "enganchado" a alguien, no te desintoxicas en diez años, ni en veinte. Y sabe que no le quedan ni siquiera la decena. Sabe que morirá siendo adicto a ella, pero sin tenerla.
Su desayuno consiste en un zumo de naranja natural y unas tostadas con queso fresco. El médico le ha dicho que debe cuidarse. Él le hace caso, aunque ni siquiera sabe por qué. Si total, para qué le sirve vivir más tiempo en su eterna soledad. Recoge la cocina, como ella le enseñó durante todos sus años de convivencia, y sale a la calle a comprar el pan y el diario.



Es árduo el camino. El bastón le ayuda, pero lo que antes recorría en diez minutos, ahora le cuesta treinta. Su paso es como el de una tortuga cansada y vieja, como él. Los días en los que se levanta más cansado, como hoy, tiene que parar varias veces y sentarse en algún banco para poder llegar. Aunque tampoco tiene nada más que hacer en todo el día, si hay algo que le queda es tiempo. La gente pasa, estresada, y él los mira, recordando cuando era él el que tenía prisa, cuando era él quien anhelaba tener tiempo, que le sobrara el tiempo. Y sin embargo ahora...odia las horas muertas.
Después de su paseo matutino y de sus compras diarias, regresa a su casa, a eso de las diez y media de la mañana. Se acabaron las obligaciones del día. Por delante tan sólo quedan segundos, minutos, horas... y todo ellos vacíos.

Se sienta delante de la ventana, el Sol acaricia su ya ajada y arrugada piel, aprovecha para leer el diario, para segurise sorprendiendo. Cómo ha cambiado todo; en algunos aspectos a mejor, pero también en otros muchos a peor, es paradójico pensarlo: a veces el progreso hace que uno camine, pero hacia atrás. Se pregunta si la juventud, esas personas que ve ahora allá en la calle corriendo y mirando su reloj, se habrán dado cuenta de ello. Se aventura a adivinar que no. Seguramente no han tenido tiempo de pararse a pensarlo.
Y sin querer, su cabeza se empieza a llenar de recuerdos: de aquéllos tiempos en los que fue feliz, con su esposa, con sus hijos, con su vida en definitiva... vuelve a recordarla una vez más, vuelve a echarla de menos, vuelve a girar la cabeza buscándola con su mirada, esperando que de un momento a otro aparezca con su delantal puesto y esa dulce sonrisa que tan bien le hacía sentir.
Y sigue esperando, sentado y mirando hacia la calle pero sin verla, mientras su mente se alimenta del pasado, mientras deja pasar el tiempo, pacientemente, hasta que llegue la hora... de hacer la comida.

1 comentario:

Mixha Zizek dijo...

Kuny
que alegría de leerte otra vez!
Aunque tu historia es triste es muy verdadera, me recuerda a mis abuelos que se sentían muy solos y tristes. Es una edad donde si no has sembrado familia o amigos estarás solo. Tu entrada reflexiva y hermosa, lo veo como un homenaje a los ancianos, besos lejanos